記憶しか残らなくても

@Japoneze

Prólogo

Y de repente su silueta desapareció, no sin antes, aún de espaldas, dedicarme una última sonrisa con un toque de farewell.

Así me desperté. Todo alarmado, con el corazón latiéndome a todo lo que da. Tenía que asistir a clase y dar un examen para el que no había estudiado. Me la había pasado leyendo libros de ficción todo el día. Imaginándome el lado mágico - e invisible - de la aburrida escuela a la que asistía. Allá, todos los días eran iguales.

Salir de casa a las 7:30 para entrar a horario y que no me corriera la falta, 120 minutos de contenidos aburridos que tiempo después descartaría por completo, enviándolo todo al mismo lugar al que son enviados los archivos que uno decide eliminar de un pendrive.

Luego llegaba el recreo, el segundo momento más divertido de la semana. Y si esperan que diga que lo mejor era el horario de salida, están equivocados. Eso me lo llevaré a la tumba por razones - también confidenciales.

Bueno. No me acuerdo por dónde iba mi relato, pero supongo que era por el recreo... Donde no todo era tan divertido.

Cabe destacar que con mi curso no nos llevábamos del todo bien. Había una brecha enorme llamada diversidad y gustos que no pegaban ni con poxipol, pero de eso les voy a decir más tarde. Es una historia mucho más larga, y el doble de interesante, así que sigan leyendo.

El recreo era juntarse con gente de otros cursos, y pasarla mal porque había tanta gente que no sabías con quién hablar. O si siquiera abrir la boca. Yo siempre me iba con un grupo conformado por una loca fanática del anime, - con quien siempre te reías por lo que decía, si no era por cómo lo decía. Hacía gestos raros con las manos, y a veces se bloqueaba su mundo. Sus ojos se convertían en platos y su autonomía desaparecía por completo. Se transformaba en una máquina manejada por un gato, o algo similar. - un nerd en tecnología, - quien siempre te hablaba del último modelo de celulares, autos, equipo táctico, etc. Los vidrios de sus anteojos podían volverse completamente opacos al simplemente apretar un botón, el cual estaría sujeto a los talones. - un hippie negro y gordo, - porque si no era un asiático, todo grupo debe contar con este ser tan amigable capaz de dar todos sus caramelos a un niño - mi mejor amigo, - de quien me copiaba en los exámenes cuando no entendía qué papa estaba escribiendo. - y algún que otro más.

Tremendo grupo, ¿No? Nos reíamos por cualquier cosa.

A nuestro alrededor, todo el mundo hablaba mal de alguien. Si no era de nosotros, era de los profesores, o de alguna otra persona de la institución. Nosotros, en cambio, hablábamos de temas más o menos infantiles. Series de televisión que no nos cansábamos de recomendarnos entre nosotros, y que la mayoría no podía ver por culpa del estudio, quién cumplía años cerca de tal fecha, y ahí es cuando lo excluíamos del grupo momentáneamente para poder planearle una fiesta sorpresa, entre otros. Demasiado normal.

Hasta que de repente sonó el timbre.

-¿Se terminó el recreo? - Pregunté.

-No creo. Recién acaba de empezar. Ni siquiera pasaron dos minutos desde que nos hicieron bajar. - Era Matías, mi mejor amigo. Siempre calculaba todo, a veces tan meticulosamente que le arrancaba la piel de diversión a un animal muerto sin sentir el más mínimo porcentaje de culpabilidad.

-No sé. Por ahí se prendió fuego el laboratorio. - decía Lautaro, el nerd. Había días en los que gente medio retorcidas se escapaba y volvía al 3° piso, lugar al que sólo puede acceder quien ya hubiera pedido autorización previamente, y el único conducto que dirige al laboratorio. Salón de experimentos que normalmente la profesora de química y biología empleaban para demostrarnos distintos tipos de: ya sea disección, comportamiento de sustancias, etc. En realidad, desde el primer día de clases que estoy esperando disecar una rana, pero nunca lo hacemos.

-¿Estás seguro? - Lautaro siempre hablaba en un 99% broma, por lo que nunca llegué a entender qué quería decir. Aún después de su muerte, día en el que quedó mudo de por vida.... ups. Spoilers, no. Capítulo 59 ;).

De los parlantes, la voz de la Marisse Ispón, la directora de la institución se dejaba escuchar.

"A todos los alumnos, evacuación de prioridad ALFA" fue el comando que hizo que la mitad, si no fueron todos los estudiantes, se sintieran aterrados. Yo diría aún más que eso. Hacía 20 años que no se oía a la directora. Se dejaba escuchar en muy pocas ocasiones. Ninguna de ellas buena.

Ese día fue el peor. Frente a nosotros, el rector Ragnar Bonsoi se lucía con su inusual atuendo gris, cargado con cinturones de cualquier cantidad de equipamiento médico ya usado, y un significante pozo sin fondo en donde debería estar su placa. Su amante, llevaba a su Sherlock en brazos. Devastada, convirtiendo sus esferas oculares en mini cataratas. Gritando a cada rato "vas a pagar, hijo de mil...", como si el culpable pudiera oírlo.

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