El pecado original

Un sábado 19 de abril del 2003 a las seis horas y seis minutos, nació una pequeña niña de 50,5 cm, con un peso de 3,500 kg, en el hospital Cayetano Heredia.


El parto no fue un problema para los doctores, más bien, se podría decir que fue uno de esos casos en que la vida de la madre ni del bebe pasaron por algún riesgo, es más, la madre tuvo las fuerzas necesarias para pedir que la dejaran cargar a su pequeña, definitivamente fue un momento muy conmovedor y el día más feliz para aquella mujer.


Sus débiles manos abrazaron a su pequeña, quien había sido limpiada y cubierta por una tolla esterilizada por uno de los asistentes; la palma de su mano derecha recorrió suavemente la cabeza de su hija, sus delgados dedos se abrieron paso entre el lacio cabello negro.


La recién nacida había dejado de llorar al sentir las carias de su madre y lentamente empezó abrir sus ojos.


Se podría decir que la primera persona que conoció en su vida fue justamente la mujer que la dio a luz.


El color de los ojos de su hija eran diferentes a las de ella, pero iguales al de su esposo.


El de la niña era de un verde claro y el de ella eran unos rojos fuego.


Al ver a su hija, la madre rápidamente decidió el nombre.


Los nombres en el caso que naciera varón o mujer obviamente ya lo habían pensado junto a su esposo, pero al abrazarla y sentir su calor a través de su piel, y en especial, al ver fijamente esos ojos verdes, todos los nombres para mujer que habían pensado con anterioridad desaparecieron de su mente, dejando un solo nombre.


---Tu nombre será...


Fueron pasando los meses y la pequeña niña ya empezaba a dar sus primeros pasos.


La madre y el padre querían mucho a la pequeña, no solo porque era su primera hija, sino que a su edad era muy obediente, y entendía muy bien que hay situaciones en las que debe mantener la compostura y no hacer berrinches, más bien, si la pequeña nunca hubiera hecho un solo berrinche por no querer comer la avena o alguna otra cosa, los padres se hubieran preocupado.


La madre tenía su consultorio a una hora de donde vivían actualmente, aunque tuvo que cerrar por motivos de salud, aunque la verdadera razón era que deseaba ver el crecimiento de su hija, no quería dejarle su cuidado a alguien más, tal vez sea porque hay videos en los que las empleadas del hogar tienden a agredir a los pequeños o a lo mejor solo fue un pretexto con el que convenció a su esposo, la cosa es que su día a día era cuidar de su pequeña.


Por las mañanas la llevaba a correr junto con ella, la bañaba, le daba de desayunar, jugaban, almorzaban, miraban algunas series, estudiaban lo estándar para una pequeña que apenas tenía un año de nacida.


---Di "Mamá", vamos, dilo.


---Awa, wa.


---Agua no, di "Mamá". M-A-M-Á.


---Awawa, wa.


---Mi pequeña es muy inteligente y todo, pero que aún no pueda hablar le quita el título de 'genio'.


La madre, Teresia Molina Ylla, de 27 años, graduada de la carrera de Psicología a los 22; veía a su pequeña hacer caras graciosas.


---Aunque eso no importa, porque eres increíblemente adorable, ve, ve, ve, ve, ¿Quién es la más hermosa y consentida de mami? pues tú, buffff~


Ella también empezó hacer caras graciosas, parecía tanto que la madre e hija estaban compitiendo a quien hacer reír más a la otra.


Competencia que terminó siendo ganada por la madre, aunque no fue muy honesto que digamos.


Los meses volvieron a pasar, la pequeña ya iba a celebrar su cumpleaños números dos, y los cambios que más se mostraron en el hogar fueron las del padre, esposo de Teresia, Albert Molina Cruz, 30 años, graduado de la carrera de derecho a los 24 años.


En un comienzo trabajaba en la fiscalía de cierto distrito, en el área de prevención del delito, pero con el tiempo empezó a realizar otros tipos de trabajos hasta llegar ser parte de un pequeño grupo que organizaba la candidatura de un joven millonario que estaba lanzándose a la presidencia.


Alexaioros García Marke, quien a sus 25 años llegó ser presidente de Birú.


Los días que Albert regresaba a casa se hacían cada vez menos, había veces que regresaba tan solo por tres días, o en ocasiones que solo venía a pasar la noche un domingo, para salir el lunes en la mañana.


Mientras más se extendía aquella rutina, la mirada en el rostro de Albert cambiaba.


Para Teresia, su esposo era una persona amable con una mirada llena de determinación, un hombre capaz de cumplir cualquier meta que se proponga, puesto que tenía ese increíble don de hacer amistades a donde quiera fuera, era una persona que simplemente no podías odiar, por esas razones que hasta la actualidad nunca tuvo un solo enemigo.


Aunque con el pasar de los años esa mirada empezó a convertirse en la de alguien que podría matar en cualquier segundo, era como si la personalidad amable que conoció empezaba a morir con el pasar del tiempo.


Teresia un día se armó de valor y le pregunto sobre su trabajo a lo cual Albert respondió con una gélida expresión.


Una sola mirada fue suficiente para dejar en claro que ese tema no era de su incumbencia.


Hay ocasiones que insistir en un tema de la cual la otra persona no quiere hablar, tan solo genera mayor presión y estrés, por esa razón Teresia no insistió, tan solo dejó que las aguas por sí solas se tranquilicen.


Bueno, dejando a un lado a su esposo, Teresia le otorgó a su hija toda su atención, desde que amanecía hasta que el sol se ocultaba en el horizonte, gracias al trabajo de Albert los ingresos para el hogar siempre eran altos, por esta razón no le vio necesario abrir de nuevo su consultorio, así que todo los días solo se los dedicaba a su pequeña, quien al cumplir los 4 años, ya empezaba a ayudar con los labores del hogar, obviamente eran trabajos simples como ordenar su propia cama, limpiar su habitación y llevar su propio plato a la cocina.


La casa contaba con dos pisos, era una casa muy grande solo para tres personas, pero como la encontraron a buen precio, además que la loca idea de que 'posiblemente' más niños podrían nacer apareció en su cabeza, esto hizo que deliberadamente compraran una casa así de grande, has contaba con una piscina en la parte trasera, más bien, con el pasar del tiempo, rellenaron el espacio con algunos juegos, ya sea un trampolín, un columbio, y un sube y baja.


Todo se podría decir que se mantenía pacifico hasta que la pequeña cumplió los cinco años.


Fue justo en ese día.


Fue justo en ese momento.


Cuando la niña sopló la vela de su torta de tres leches, todos los engranajes del mundo se conectaron una vez más.


Fue un acontecimiento que se sintió en todo el mundo.


Todos los seres poderosos que recorrían los mundos y universos sintieron ese escalofrió recorrer su espina dorsal, era un terror que solo se había sentido una vez hace miles de años, cuando el 'pecado' de los humanos, cuando la maldad que se generaba por las acciones negativas de los humanos; empezó a tomar forma, aunque gracias al sacrificio del hijo de un Dios soberano, esa 'cosa' pudo ser destruida, aunque en ese momento como todavía se encontraba en su primera fase, se pudo hacer algo, pero este sentimiento que recorrió cada parte de sus cuerpos, marcaba el fin de la primera fase.


Una abominación que nace del pecado de los humanos podría considerarse una de las peores cosas que mundo vaya a conocer, pero lo que ha parecido ahora no es solo la esencia negativa de la humanidad, sino de todos los MUNDOS.


Por conocimiento que los antiguos dioses dejaron atrás, se conocía que cada ser humano poseía lo que se podía llamar una ligera llama color azabache, era como si cada ser vivo en este basto multiverso poseía una antorcha, que fue nombrada, PECADO.


La llama de esta antorcha por sí sola no es un gran problema y fácilmente hasta una deidad de bajo nivel podría destruirlo, pero el problema está cuando todas estas llamas se siguen acumulando, cuando una persona malvada muere en algún lugar del mundo, esa llama vaga por los alrededores hasta que se encuentra con otra, ambas se fusionan creando así una antorcha con un fuego azabache aún más grotesca.


¿Y qué pasa cuando un sinfín de llamas de fusionan?


Pues escogen a un embrión, para que se les sea más fácil destruir el alma de la criatura y formarse.


En este caso, que todo el pecado de los mundos se almacenara dentro del cuerpo de la pequeña fue pura coincidencia, el sinfín de llamas azabaches que representa el mal de todo ser vivo, ingresó al cuerpo de la niña cuando apenas su cuerpo empezaba a tomar forma y cuando se propuso a destruir el alma para residir como un parásito, este fue consumido.


El alma de ese cuerpo era justamente uno especial, así como la maldad se reunía, la bondad también lo hacía, fue una coincidencia, una mera casualidad del destino, que un cuerpo que apenas toma forma humana, pueda contener dos tipos de anormalidades.


Fue por esta razón que nadie pudo saber que el pecado de los mundos había tomado forma, ya que desde un comienzo estuvo bajo control de la Bondad.


Estas dos anormalidades, en los últimos cinco años, habían estado repeliéndose la una a la otra, y cabe la posibilidad que lo hubieran hecho aun después de la muerte de la niña, pero algún suceso inesperado ocurrió justo en su cumpleaños numero 5, este suceso rompió el balance entre estas dos anormalidades.


Aquel día, aquel sábado 19 de abril del 2008, el día de su cumpleaños, su querido padre, quien había prometido asistir a su fiesta... Nunca llegó.


A la mañana siguiente, domingo 20 de abril del 2008, cosas extrañas empezaron a ocurrirle al cuerpo de la niña.


Eran las ocho de la mañana, y como todos los días, la pequeña se encontraba sentada en un banco frente a un gran espejo, en donde se tomaba el tiempo para peinarse, así como su madre le enseñó.


Entonces, mientras observaba su reflejo en espejo, se percató de algo extraño en sus ojos.


Sus ojos verdes claros, alrededor de la pupila derecha, se encontraban girando cinco pentagramas, y en la pupila izquierda, cinco círculos yin yang.


Cuando fue consciente de estas características en sus ojos, empezó a escuchar levemente las voces de diferentes tipos de personas, desde jóvenes a adultos, ella podía escuchar sus voces, podía escuchar sus deseos, sus más profundos anhelos.


Jóvenes que deseaban a una mujer mayor ya comprometida.


Jóvenes que anhelaban a la enamorada de sus amigos.


Jóvenes que les encantaba llevar a la cama a señoritas que aún no cumplían la mayoría de edad.


Jóvenes y adultos que le deseaban la muerte de alguien.


Adultos enfermos con extraños gustos por las niñas.


Ya sean asesinos, violadores, ladrones, secuestradores, drogadictos, etc.


Ella podía oír sus pensamientos.


Ella podía escuchar sus arrepentimientos.


Ella podía ver claramente sus pecados.


La maldad a sus alrededores no podía escapar de su vista... y mientras gente, que se ahogaba en su propio arrepentimiento y dolor; veía, más fuerte su ojo derecho se volvía.


Como era de esperar la niña gritó aterrada mientras corría hacia su madre, quien preocupada la envolvió en sus brazos.


---¿Qué paso? Dime que te pasó, hijita.


---¡No, no soy yo, yo no fui, yo, yo no tengo nada que ver, no fue mi culpa, yo no hice nada, no hice nada! ¡Mamá, mamá por favor diles que se callen! ¡por favor mamá, diles que no hagan esas cosas!


Cuando la pequeña empezó a gritar cosas que para su madre se les fue difícil de entender, el teléfono de su casa timbró.


Sin soltar a su hija ningún instante, Teresia contestó el teléfono.


---¿Aló?


---Algo le pasó a nuestra hija, ¿verdad?


---¿Querido? Si, ella está comportándose de manera muy extraña.


---Dentro de unos minutos llegara un auto a la casa, sube con la niña, ya el conductor conoce la dirección.


---Espera, no te entiendo, ¿A qué te refieres?


Su pregunta nunca encontró una respuesta ya que habían colgado la llamada desde el otro lado.


---Mamá por favor... favor diles que se callen... ya no soporto cargar con todo eso, tengo miedo, mucho miedo.


---Tranquila, pronto iremos a ver a papá—


Teresia observó los ojos de su hija, entonces se percató que, por el rabillo del ojo derecho, una gota de sangre empezó a amontonarse.


Una gota de sangre caía del ojo de su pequeña, por si las dudas, lo recogió con su dedo índice derecho y lo olió... indudablemente, era sangre.


Teresia no podía ver la anormalidad en los ojos de su hija, para ella seguían siendo unos hermosas ojos color verde claro, que le hacían recordar la dulce mirada que su esposo tenia cuando lo conoció.


*Ding...Dong*


El sonido del timbre de la puerta principal.


Rápidamente Teresia se dirigió a la puerta con su hija en brazos.


Cuando abrió la puerta, se encontró con un joven de largo cabello azul oscuro, llevaba puesto unos lentes oscuros y un traje tradicional japones color negro. -Yukata-. Iba descalzo.


---Señora Teresia, tengo que pedir que usted y la pequeña venga conmigo, por favor. Son órdenes del señor.


---Entendido.


Teresia subió a la camioneta color gris con lunas polarizadas, continuamente el joven con yukata también subió al asiento del copiloto, cuando ambos abrocharon sus cinturones de seguridad la camioneta emprendió el viaje.


Al transcurrir varios minutos, Teresia encontró conveniente entablar una conversación.


---¿Tienen alguna idea que le pase a mi hija?


---... Posiblemente lo que la pequeña tiene es algo que va más allá de su comprensión, así que no se si usted llegaría a entenderlo, aun si se lo explicara con mucho detenimiento.


Teresia frunció el ceño.


---¿Mas allá de mi comprensión? Vamos, tengo experiencia en el área de psicóloga clínica, así que a lo mejor pueda entenderle mejor que lo que usted cree, además que se trata de mi hija, esta en mi derecho saber.


---...


El joven solo se mantuvo en silencio por unos segundos hasta que se decidió hablar.


---Si piensa que su hija sufre algún trastorno psicológico, tan solo me queda decir que está cerca.


---Pero ella nunca a pasado por alguna mala experiencia, yo me he encargado de su crianza desde que nació.


---Tiene razón, pero ese trastorno que esta sufriendo no es propio.


---¿A qué se refiere?


---Piénselo por sí misma.


---¿¡Que!?


---Acabamos de llegar.


El joven de nombre desconocido cortó la conversación, desabrocho el cinturón de seguridad y bajó de la camioneta.


No había sido hasta este momento cuando Teresia notó que se encontraban en un estacionamiento subterráneo de algún edificio.


Cuando ella bajo de la camioneta fue guiada por el joven hasta un elevador, de donde descendieron unos 10 pisos.


-Silencio total-


Tanto como el joven y ella se mantuvieron en silencio.


Al abrirse las puertas del elevador, Teresia se encontró con Albert.


---Esposo.


---Teresia, acompáñame.


Sin decir nada, Teresia siguió a Albert hasta una habitación completamente blanca, en donde había una camilla.


---Recuesta a nuestra hija ahí por favor.


Cuando Albert dijo eso, seis doctores entraron a la habitación, y mientras ellos preparaban sus instrumentos, Teresia recostó a su hija en la camilla.


---Mamá... no te vayas... no me dejes...


---No te preocupes, no me iré.


Mientras Teresia trataba de tranquilizar a su hija, Albert empezó una conversación con aquel joven de yukata.


---¿Y? ¿Lo comprobaste?


---Mas que solo comprobar, puede verse a simple vista. Es una suerte que ustedes los humanos no puedan verlo, estoy por colapsar de solo estar cerca.


---Son sus ojos.


---Si, tal como marca los escritos antiguos de los dioses desertores, su ojo derecho lleva la marca del 'pecado original', a este ritmo cobrara tanto poder que empezara a consumir las almas de los humanos, estar cerca de esa cosa es suicidio, solo hay dos opciones.


---hum... así que, tendremos que extírpaselo.


---¿En serio? Yo pienso que lo más eficiente seria—


---Ni te atrevas a mencionarlo o hablare con tu superior.


---Entendido, entendido, no se enoje~. Extírpaselo, ya entendí. Bueno, si ese es el caso, necesitaremos a su esposa.


---...


---¿Señor?


Albert ignoro al joven y se acercó hacia su esposa.


---Teresia, tenemos que hablar.


---¿Vas a decirme que es lo que le ocurre a nuestra hija? Por que parece que no solo lo sabias, sino que también tenías preparado represalias.


La expresión de ambos era muy neutra, sin duda un intercambio de palabras entre dos personas maduras.


---Te diré todo.


---Está bien, entonces.


Teresia se apartó de los débiles brazos de su hija, la cual estuvo a punto de llorar y gritar, pero.


---Tu padre y yo tenemos que hablar, después vendremos para llevarte a pasear.


---¿...Iremos junto con papá?


---Si, iremos juntos los tres, pasearemos e iremos a comer a una pollería. ¿se te antoja pollo?


---¡Si!


---Entonces es una promesa.


Teresia y la pequeña dirigieron su mirada a Albert, quien solo asintió con la cabeza.


---Es una promesa, papá.


Tanto como Teresia, Albert y el joven salieron de la habitación, dejando solamente a la pequeña junto a los seis doctores.


Los tres caminaron por un largo pasadizo hasta llegar a una sola habitación.


Cuando ingresaron, una barrera que prohibía que cualquier humano pudiera salir, se activó, obviamente Teresia no fue consciente de este hecho, ya que ella era un humano común y corriente.


---Toma asiento.


Albert se sentó en una de las sillas después de Teresia.


---Entonces, por donde vas a comenzar, esposo.


---Primero que nada, tengo que preguntarte algo.


---Adelante.


---Si sacrificando tu vida, se podría salvar la de nuestra hija, serias capaz de—


---Por supuesto. No hay duda, que daría mi vida por ella, no me subestimes, la he criado desde que nació, en comparación de cierto padre irresponsable que ni estuvo para sus cinco años.


---Me disculpo por lo ayer.


Albert bajó la cabeza, lo cual dejó sin palabras a Teresia.


Parece que su esposo no ha cambiado tanto del todo, eso la hizo muy feliz.


---Dejando eso de lado, tengo tu aprobación por lo que voy hacer entonces.


---¿Qué...?


---Samael, puedes hacerlo.


El joven de yukata, quien parecía responder al nombre de Samael, sacudió su brazo derecho hacia la pared de la derecha, cuando apenas hizo ese simple movimiento, el cuerpo de Teresia salió volando hacia la pared, el impacto fue muy leve, casi parecía que la pared estaba hecha de almohadas.


---¿¡Que está ocurriendo!? ¡Qué pasó! ¿¡Por qué mi cuerpo acaba de flotar!?


---Teresia, nuestra pequeña esta pasando por una peligrosa enfermedad que consumirá su vida. Posiblemente no puedas entenderlo, pero entiende solo esto, si le damos tus ojos posiblemente podamos salvarla.


---¿¡Mis ojos!? ¿¡De que estas hablando!? ¿¡Te volviste loco!?


Teresia trataba de moverse, pero no podía, era como si varios fisiculturistas estuvieran sujetando fuertemente sus brazos y piernas, moverse era imposible, si trataba de aplicar mas fuerza, a lo mejor se rompería los brazos.


¿Se trataba de alguna clase de parálisis? A los mejor el joven de nombre Samael, la hipnotizó, eso puede ser una causa, pero entonces no habría sentido el por que su cuerpo flotó en el aire, Teresia se encontraba buscando dentro de su mente alguna respuesta a los actuales acontecimientos, pero no encontró nada.


---Samael, adelante.


Samael asintió y se dirigió hacia Teresia, quien movían insistentemente su cabeza.


Ella empezó a gritar con todas sus fuerzas.


Empezó a oponer resistencia.


Por alguna razón, aunque cuando había afirmado que daría la vida por su hija, el solo hecho de saber que le extirparían los ojos le asustaba, un miedo que recorría su espina dorsal volvió loco sus sentidos.


Además, no hay anestesia por ningún lado, tampoco están las herramientas necesarias para una cirugía, además que falta lo mas importante, un doctor, ya que ese joven con yukata, de nombre Samael, no da ese aire a ser un doctor, y mucho menos uno de fiar, ¿Qué? ¿tenía la intención de extirparle los ojos con las manos desnudas? Pues se podría decir que sí.


---Señor, no deja de moverse.


---Solo inmovilízala.


---Oh, no se me había ocurrido.


Samael con una sonrisa le corto el cuello a Teresia.


Por alguna razón la sangre no salió disparada por todos lados como en las películas de terror, y se debía en parte por el joven de yukata, ya que se hizo cargo con su propio poder.


La mujer moría lentamente, y mientras aún se mantenía consciente, Samael le arranco ambos ojos con sus manos desnudas.


---¿Era necesario matarla?


---Me pareció lo mejor, señor, a menos que hubiera querido tenerla encerrada en una habitación, media muerta, hasta sus últimos momentos. Yo creo que dejarla descansar, es lo mejor.


---...


Albert observó a Teresia hasta su ultimo aliento, y justo cuando ella murió, una parte de él también.


---Está bien.


Albert se levanto de su asiento y camino hacia la puerta junto a Samael.


Ambos salieron y caminaron con dirección a la habitación en donde se encontraba la pequeña.


Cuando ingresaron a la habitación, la camilla había sido intercambiada por una silla de ruedas.


La pequeña se encontraba sentada en la silla de ruedas.


Su cuerpo se encontraba sujeto con una camisa de fuerza color blanco, y aunque la posibilidad de que se encontrara asustada era alta, se contuvo por que sabia que su papá y mamá vendrían, es por eso que no lloró aun cuando los doctores le colocaron esa camisa de fuerza y la anestesia.


La mirada en la pequeña niña se ilumino al ver a su padre, ese brillo en sus ojos desapareció al hacer contacto con los ojos verdes de su padre.


Ella pudo verlo.


Pudo ver lo que le acaba de ocurrir a su madre.


El pecado de dejar morir a su esposa, la pequeña niña lo vio claramente.


Albert al sentir un extraño escalofrío en su espalda, rápidamente apartó la mirada, pero ya era tarde.


---Fue una promesa... una promesa... lo prometiste... Mamá, lo prometiste... Papá también lo prometió...


Ignorando los susurros de la pequeña, Albert dijo.


---Hazlo.


---Entendido.


Samael presionó el cuello de la pequeña, e intentando no verla a los ojos, acercó su mano derecha hacia su ojo derecho.


Aun con la anestesia, el dolor se extendió por todo el cuerpo de la pequeña.


Su grito parecía el de un demonio, las paredes de la habitación empezaban a quebrarse, era mucho poder el que se liberaba, lentamente Samael empezó a sentir como su alma era absorbida.


[Esto va mal...] Pensó Samael mientras fruncía el ceño y apretaba sus dientes.


Afortunadamente uno de los superiores de Samael, quien vestía un yukata blanco, había llegado rápidamente desde su posición gracias al BIFROST.


Gracias a su rápida acción, pudo ayudar a Samael y estabilizar el poder que se liberaba.


---Eres un idiota, como no pudiste darte cuenta que en el otro ojo existe otra anormalidad.


---¿¡En serio¡?


---Si no llegaba a tiempo lo mas seguro es que ibas a morir junto con todas las personas de este distrito.


---¡Esta niña es realmente un monstruo!


Samael se veía claramente asustado.


---No te desconcentres y termina con el trasplante.


Prácticamente se activaron el doble de barreras en la habitación para poder contener las llamas color azabache que empezaban a salir del cuerpo de la niña.


---Samael, termina rápido, si las barreras terminan siendo destruidas se distorsionará esta dimensión...


---Trabajo fervientemente... ¡No tiene ni idea del esfuerzo!


Finalmente, ambos ojos fueron implantados.


Dejando solamente a una niña de cabello negro y ojos rojos... los mismos ojos de su madre.


Albert observo a la niña, a su hija, quien parecía estar entre la vida y la muerte; y dijo.


---Todo esto, todo lo que hasta ahora he hecho, a sido por tu bien, querida hija, mi querida Sara.


El nombre de la niña, era Sara Hellen.


***



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