Un pueblo pobre llamado Ramus.
[*** 11 de *** del *** <11:01 pm>]
El fuerte sol de la mañana, que se filtraba por la ventana sin cortinas, había estado bronceando el rostro de un joven de cabello negro.
Sus cejas se contrajeron levemente mientras trataba de abrir los ojos, sus parpados se levantaron hasta la mitad, dejando ver sus ojos verdes claros, todavía no veía con claridad, así que con su mano izquierda trato de buscar a una de sus amigas, pero no la encontró, más bien la sensación de ahora, es como si estuviera sobre una cama, pensó que tal vez sus amigas la cargaron hacia su cama, hasta que se encontró con una pared rígida, se recostó para su lado derecho y se limpió los bordes de sus ojos, su vista se aclaró dejándola apreciar una pared hecha de madera.
Su cuerpo se levantó de la cama como si fuera una bala, entonces se encontró con un cuerpo diferente al suyo, este sin duda es el cuerpo de un chico, sus manos grandes, una ancha espalda y su pecho plano, no importe cuanto revisara su cuerpo siempre llegaba a la misma conclusión, suerte que se detuvo antes de intentar ver lo que le colgaba debajo del pantalón, puesto que si hacia eso la jovencita que acababa de ingresar al cuarto, hubiera sufrido un trauma.
---Ah, ya estas despierto, ¿Cómo te encuentras?
Era una joven de ojos y cabello rojizo como el fuego, llevaba una vestimenta bastante normal, y entre sus brazos dos platos de comida, posiblemente los tallarines que ceno le quedo chico, razón por la que su estómago sonó, como si estuviera rugiendo.
---Parece que tienes hambre, y da la casualidad que tengo comida para ti, vamos a sentarnos.
La señorita sonrío un tanto incomoda y aconsejo mientras señalaba a las dos sillas y mesa, que se encontraban en una esquina de la habitación, Joseph asintió mientras trataba de ocultar su rostro sonrojado.
Ambos se sentaron sobre unas sillas de madera, que a simple vista se podría decir que están hechas a mano, eran rígidas, frías y para nada cómodas, pero como era de esperar, el hambre que sentía en estos momentos la hizo omitir estos pequeños detalles, rápidamente cogió la cuchara de metal y empezó a comer, ni siquiera sabía si lo que estaba frente a sus ojos era comestible, o si esta envenenado, no se detuvo a pensar en cosas insignificantes, levanto la primera cuchara llena de comida y se lo metió a la boca, lo mastico varias veces antes de pasarlo con la ayuda del agua.
Nunca había sentido tanta hambre como en estos momentos, comía como si no habría un mañana el cual esperar, la joven frente a ella, se sorprendió al principio por el voraz hambre del chico, pero pronto soltó una risilla, coloco su mentón en su mano izquierda, mientras acomodaba su codo sobre la mesa, todo esto sin desviar su mirada del muchacho, cuando este se percató que lo veían fijamente, se quedó inmóvil, tomo un sorbo profundo del vaso lleno de agua, se limpió con su manga y dijo.
---Lamento mis modales, hasta yo me sorprendo, hum... ah, verdad. Muchas gracias por la comida, mi nombre es Joseph.
---Hubiera podido esperar hasta que terminaras, pero ya que empezaste. Mucho gusto, Joseph, mi nombre es Zen, actualmente estas en mi casa, antes que todo, quisiera saber, ¿Quién eres?
Cuando la señorita de nombre zen, pregunto sobre la identidad de Joseph, entrecerró sus ojos rojizos, mostrándole una mirada como si tratara de decirle que no aceptara mentiras, solo para agregar, tomo la palabra antes que el joven frente a ella lo decepcione.
---Yo... yo vi como la enorme herida en tu cabeza se sanó, así que, por el favor de alimentarte, me gustaría saber la verdad.
Al escuchar "la enorme herida en tu cabeza", su cuerpo entero se estremeció, por un momento hasta casi podría haber vomitado, pero se contuvo, calmo su respiración y miro a Zen a los ojos.
Dudaba si decirle por lo que paso, más bien, si quiera podría créele, todo sobre que fue invocada a este mundo para salvar al mundo y que una gran cantidad de gente lo quiere muerto por su apariencia física... entonces recordó su apariencia, nada en estos momentos está cubriendo su rostro.
--- ¿Pasa algo?
Zen preguntó.
--- ¿Tú... no odias esta apariencia?
Se cubrió el rostro con su mano derecha y con la izquierda intento ocultar el color de su cabello, según había escuchado de los sabios, cabello negro y ojos verdes era un tabú, una apariencia que solo los generales del rey demonio que representa a la ira lo tienen, razón por la pregunto asustado, no quería que nadie más le diga esa horribles palabras, no quería sufrir ni ver morir a las personas que la trataron tan bien.
Zen tan solo observo al joven de pies a cabeza, su mirada era intensa, tan que podría ser incomodo, pasado unos segundo de análisis, la señorita cerro sus ojos, ocultando el rojizo de estos, y dijo mientras levantaba su dedo índice a la altura de su pecho.
---Eres sin duda, muy guapo.
--- ¿Eh?
Contrario a lo que imaginaba, la señorita frente a ella respondió de forma tan inesperada, que hizo que su corazón saltara, su rostro estaba todo rojo mientras intentaba decir algo al respecto, ¿qué me está pasando?, justo ahora mi corazón... ¿me abre enamorado de una chica? Pero si yo también lo soy, no lo creo, estoy segura que soy normal, muchas dudas aparecieron en su mente al mismo tiempo que luchaba con la extraña sensación en su pecho.
--- ¿Qué estás diciendo, no, no te da vergüenza? ambas somos---
Chicas, sin duda ambas lo son, pero justo ahora se encontraba en el cuerpo de un chico, decirlo solo complicaría las cosas, así que se guardó ese dato para sí misma.
--- ¿Ambas?
---Nada, nada, no me hagas caso.
Joseph rápidamente aclaro su garganta y continúo.
---Bu-bueno, respondiendo tu pregunta, soy un conocido de uno de los doce sabios, más bien, me encontraba viajando con una de ellos, su nombre era Amanda, pero en el camino fuimos atacados por desconocidos, todo fue una masacre, nuestros amigos murieron. Amanda, para salvar mi vida, utilizo la poca energía que le quedaba y me alejo del lugar con un hechizo, lo último que recuerdo es su cuerpo muerto entre mis brazos...
Mientras las palabras salieron de su boca, lagrimas empezaron a caer de su rostro, la horrible escena se repitió en su mente con una claridad tan increíble que si estiraba su mano, podría sentir la fría piel de Amanda, sus ojos sin vida que lo miraban fijamente, como si tratara de enviar un mensaje, sigue viviendo.
---Lamento haberte hecho recordar algo tan doloroso, pero si lo que dices es cierto... Amanda, una de los doce sabios, murió... eso sin duda es grabe. Será mejor no mencionárselo a nadie, aunque lo más seguro es que la noticia ya se esté extendiendo a lo largo de cada reino justo ahora mientras charlamos.
Como adivinando lo siguiente que diría Joseph, Zen lo interrumpió mientras hacia una señal de stop con su mano derecha.
---La razón por la que te digo esto es porque, si alguien tan poderoso, capaz de hasta matar a un sabio, llegara encontrarte, no me cabe la menor duda que te aniquilará, no importa tu increíble habilidad regenerativa, consumirá tu alma a la nada.
Joseph se quedó mirando a la hermosa señorita, quien había tomado una breve pausa.
---Quédate a vivir aquí, puedes tener una vida tranquila y pacífica, este pueblo es algo pobre pero al estar muy alejado que cualquier otro asentamiento, nadie te encontrará, te lo aseguro.
Esa misma expresión, esa seguridad que hace que la persona que está escuchando se sienta protegida, le recordó mucho a Isabel, razón por la que se abalanzo hacia la delgada cintura de zen, y la abrazó mientras enterraba su rostro en lágrimas en su estómago.
---Es la primera vez que un chico me abraza de esta manera... ni a mi padre se lo he permitido, ¿sabes a los que me refiero, verdad?
Cuando Joseph escucho esas tímidas palabras, casi como si fuera un susurro que se perdía en el viento, movió su cabeza hacia arriba y miro el rostro de Zen, todo desde la clavícula hasta su frente estaba tan rojo como un tomate, sus ojos miraban de un lado a otro, como buscando algo, Joseph una vez que entendió lo que estaba haciendo, libero la cintura de Zen y tomo distancia mientras se disculpaba.
---No, no te preocupes, mientras asumas la responsabilidad.
Su rostro se contrajo y su mandíbula se quedó colgando, las palabras "asumas la responsabilidad", eran mencionadas un sinfín de veces por ciertas palomitas que giraban alrededor de su cabeza, ¡¡pero, pero si ambos somos chicas, no podemooooooooos!! El alma de María grito con todas sus fuerzas.
Sus ojos se habían cerrado por unos instantes por el pánico, y cuando los volvió abrir, Zen, quien había acortado su distancia con él, sostuvo sus manos con mucha fuerza, lo suficiente para no soltarlas tan fácilmente.
---lo asumirás, verdad.
Zen dijo, sus ojos mostraban una resolución y voluntad inquebrantable, que hizo temblar el cuerpo entero de Joseph, su boca se abría y cerraba sin parar, las palabras no eran claras, ni siquiera sabía que quería decir, todo fue tan, rápido, un momento estaban presentándose y ahora una propuesta solo porque le abrazo la cintura, si así fuera en su mundo, ya con cuantas propuestas habría tenido por su incontrolable impulso de saltarle encima a la gente.
No importa cuanto lo pensó, la única respuesta que encontró a su disposición fue aceptar, fue justo en ese momento que se había decido, que la puerta se abrió y un seño vestido de granjero blanco con azul, barba blanca y ojos rojizos, ingreso diciendo.
---Por décima vez, Zen, no puedes obligar a cualquier chico a que se case contigo.
---Déjame en paz, padre, sino me caso antes de llegar a los 17, se me ira el tren, todas en el pueblo ya se burlan porque soy la única de 16 que aún no tiene pretendiente.
--- ¡Es por ese comportamiento tan drástico que tienes que todo los chicos se alejan de ti!
--- ¡Pero el ya casi cae!
Joseph sonrió fingidamente mientras intentaba seguir el ritmo de la conversación, aunque a decir verdad, era imposible, había creído que la señorita de nombre Zen, era alguien confiable y digna de respetar, pero con la discusión frente a sus ojos, todo acaba de ser arrojado a la basura.
---Padre, hazme el favor de retirarte.
---Me iré, pero escúchame dos cosas, a un hombre no les gustan las mujeres que les presionan, y dos, se nos está acabando la leña ve a traer más.
Zen, empujo a su padre, que media casi un metro ochenta; hacia afuera de la habitación, espalda con espalda ambas partes lucharon para no rendirse, pero el Padre empezó a ceder terreno, cuando sus pies se encontraron con el exterior, la puerta fue cerrada al instante.
Lo único que quedo en la habitación fue un joven con una expresión incomoda, y una señorita, a quien le costaba respirar apropiadamente.
--- ¡A ver si bajas unos kilos!
--- ¡No estoy gordo!
--- ¡Ni tú te la crees!
El lugar volvió a estar en silencio, Joseph trato de decir algo pero no encontró las palabras, tan solo pensó que sería buena idea huir de este lugar, aunque no tardo mucho para que Zen decidiera romper con este silencio profundo, tosió un par de veces, levanto su mirada con dirección a Joseph y dijo.
--- ¡Asumirás la responsabilidad, verdad!
Su expresión y tono de voz le provocaron una enorme sensación de peligro al cuerpo de Joseph, quien mientras temblaba, respondió.
--Si, si lo hare.
***
---Nos alegra ver que ya te encuentras mejor.
Una mujer, con una edad rodeando los 30 años, puso cuatro tazas con té alrededor de una mesa rectangular, su cabello purpura se deslizó a su lado derecho cuando puso un pedazo de pan justo al lado de Joseph, quien al sentir el dulce aroma a flores desprender del cuerpo de semejante mujer, se sonrojo levemente.
Justo ahora, Joseph, Zen y sus padres, se encontraban en el comedor.
---Sobrevivir a la gran catarata fue un milagro, aunque es una lástima que nuestra hija fuera la que te encontrara.
Podría ser que su edad este rodeando los 30, pero su bellísimo rostro e impactante figura, pareciera decir otra cosa, sin duda su esposo era la envidia del pueblo, los hombres lo miraban con recelo cada vez que este paseaba por los alrededores, su sonrisa campante los ridiculizaba, aunque del lado contrario no ocurría lo mismo, después de todo, el esposo no es un tipo Brad Pitt, solo era señor normal con mucha barba, parecía más el abuelo que el padre de Zen, ¿cómo esta dispareja encontró el amor?, nadie lo sabe, nadie lo sabrá, ni si quiera Zen sabría que responder.
---Madre, lo estás haciendo apropósito, no es cierto.
---No, como crees, hohoho.
---Padre, dile algo.
---... Algo.
---jajaja.
Todos esos acercamientos y ojos provocativos, advirtieron a Zen que debía tener cuidado con los astutos juegos de su Madre, así que sin más, decidió pedir apoyo a su Padre, pero este solo respondió sarcásticamente, no tenía aliados, y aquel que se había comprometido a ella, se sonrosaba casi por cualquier cosa, aunque como mujer no podía retroceder, así que tomo el brazo derecho de Joseph y se lo apego a su pecho, el cual rivalizaba con el de su Madre.
--- ¿Qué-que-que estás haciendo?
Joseph preguntó tímidamente, de la nada su brazo fue raptado y ahora la suave sensación que recorre desde su brazo hasta su cerebro, lo inundaba en confusión total, la primera de sus dudas, es como su cuerpo reacciona rápidamente con el simple contacto con una mujer, siempre estuvo rodeada de sus amigas, las abrazaba, dormían juntas en sus pijamadas, pero nunca había sentido ese cosquilleo en su estómago, el calor en su pecho, los latidos de su corazón, es como si realmente ella fuera un chico.
---Pues lo normal.
Respondió con indiferencia.
---Vamos hija, si atacas así a un hombre, el único recuerdo que llevaras a lo largo de tu vida será una cama vacía y una carta de despedida.
---Ni si quiere me molestare en preguntar el "¿por qué?" tu ejemplo sonó tan realista.
La mirada de su Madre parecía dirigirse a su Padre, quien solo desvió la mirada, Zen libero un suspiro de cansancio y decidió mejor no inmiscuirse en el pasado de esos dos. Antes que pudiera continuar su conversación con Joseph, su madre, quien tomo asiento, de una manera educada, dijo.
---Según nos ibas contando, no tienes recuerdos de antes de tu accidente, con excepción de tu nombre, ¿puedo preguntar cómo te llamas?
La daga de la mentira le parecía un juego sucio, pero llegado a estas altura no podía echarse para atrás.
---Mi nombre es Joseph. Antes que nada quiero agradecerles por la ropa y la comida, muchas gracias.
Ante tal respetuosas palabras, la madre de Zen, al igual que el padre, se llevaron la mano a la boca y dijeron al mismo tiempo.
---"No nos cabe la menor duda, eres demasiado bueno para nuestra hija, si no fuera porque justo ahora necesitamos a un buen yerno, te habríamos ayudado a escapar".
--- ¡Ustedes dos no me están ayudando en nada!
Tal vez porque estuvo observando la graciosa discusión familiar ya un buen tiempo, una leve sonrisa apareció en el rostro de Joseph, no era una fingida, ni sarcástica, era una sonrisa que vino del corazón.
El Padre de Zen al notar la sonrisa del chico recordó algo importante que habían dejado pasar.
---Casi se me olvida, aun no nos hemos presentado, vaya, que mal de nuestra parte. Mi nombre es San, y aunque no lo parezca recientemente cumplí 35 años.
Siguiendo el ejemplo de su esposo, la hermosa mujer de cabello y ojos purpura llevo la taza de té a sus tentadores labios, y antes de beber el contenido, dijo.
---Ann. Lamento mucho el carácter de mi hija, pero confió que la cuidaras bien. Mi edad... saberlo te llevara a la perdición.
El rostro de Joseph se puso pálido, y entre risas San comentó.
---Cariño, no es bueno molestar a nuestro yerno de esa manera.
---Hohoho, solo fue una bromita.
---ja, ja...
---Como que ya se divirtieron lo suficiente, si me disculpan, iré a traer leña antes que empiece a llover.
Zen no espero la aprobación de sus padres, tan solo se puso de pie y camino hacia la puerta con Joseph de la mano, quien sonrojado, se despidió con un leve movimiento de su mano derecha.
Una vez que la puerta de la casa se cerró desde adentro, Joseph, quien trataba de mantener el apresurado paso de Zen, observo el panorama que lo rodeo por completo.
Arboles por todas partes, casas de madera de hasta tres pisos, un camino en el centro que se encontraba lleno de niños de diferentes edades, corrían alegremente mientras intentaban atrapar un viejo balón de trapo, los adultos sentados tranquilamente sobre unas sillas de maderas en las veredas, observaban a sus hijos divertirse mientras una enorme sonrisa se dibujaba en sus rostros.
El pueblo, aunque era pobre, brillaba más que cualquier otra ciudad.
---Siempre es así estas horas.
---ya veo.
Zen comento sobre la alegre vista que Joseph observaba con interés, fue en ese momento cuando pasaron por el centro de la calle, los adultos y niños se agruparon alrededor de ellos, y empezaron a bombardearon de preguntas.
--- ¿Estas bien chico? ¿No crees que sea muy pronto para salir a caminar?
--- ¿Zen ya te propuso matrimonio?
---por la cara que acaba de poner, creo que ya.
--- *suspiro* Algo me decía que debía llevarlo a mi casa, pobre chico.
---Parece que el milagro no duro mucho.
---Sobrevivir solo para luego comprometerte con una lunática.
---Pero con esto todas las señoritas de nuestro pueblo ya están listas para el evento de la luna rosa.
Muchas preguntas y comentarios revolotearon por todos lados que Joseph no sabía por dónde comenzar a responder, sus ojos se abrieron por completo y su boca intentaba articular algunas palabras pero no importa cuánto se esforzaba, nada entendible salía. Zen también parecía intranquila con el desarrollo de la situación, trato que el circulo a su alrededor se separaran un poco hasta que el "sobrevivir solo para luego comprometerse con una lunática" llego a sus oídos, no evito alzar la voz.
--- ¿¡Quién rayos dijo eso!? ¡Alguien tiene los huevos para decirlo, ahora que tenga para pararse frente de mí! ¿¡Fuiste tú!? ¿¡Tú!?
Los niños y jóvenes salieron huyendo mientras que una alocada Zen los perseguía con una gran sed de sangre. Los adultos al igual que Joseph, se quedaron mirando la escena con una sonrisa incomoda.
---Joven, Zen puede ser un poco caprichosa y de mal carácter, pero es una increíble chica.
---...Esto, mi nombre es Joseph. Si, lo entiendo, a decir verdad le agradezco, no tengo un lugar a donde ir o una casa al cual regresar, así que, cuando Zen dijo que podría quedarme...
---Entonces Joseph, de parte de todo el pueblo, te volvemos a decir...
El anciano con bastón, intento enderezar su jorobada espalda lo más que puedo y luego de una breve pausa, continuo, pero su voz no fue la única que se escuchó, fue la de todos a su alrededor.
---"Puedes vivir aquí, somos algo pobres, pero te damos la bienvenida de todo corazón. Bienvenido a 'Ramus', joven Joseph".
El sol se encontraba en su máximo apogeo, así que la escena de los amables adultos y ancianos siendo abrazados por la luz, le pareció como un cuadro realmente hermoso, tanto que los bordes de sus ojos se llenaron de lágrimas.
---Gra-gracias...
***
Paso cuando Joseph y Zen salieron de casa, los padres se acercaron a la puerta y después de cerrarla, comentaron en su regreso a su recamara.
---Es increíble que nuestra pequeña haya encontrado a alguien que no se fuera corriendo a la primera oportunidad.
Dijo el San mientras se limpia las pequeñas lágrimas que se formaban en los bordes de sus ojos.
---Tal vez sea cosa mía, o hemos aceptado a un desconocido muy de prisa.
Respondió Ann, quien observaba el techo con su mano izquierda debajo de su mentón, su sonrisa hizo que se le erizara la piel a San.
---Ese chico, lo note apenas vi sus ojos.
---Sí, son los ojos de alguien que pasado por grandes sufrimientos, pero su alma sigue siendo pura.
--- Y con lo de que lo aceptamos muy rápido, creo que entiendo la razón. Josep...
Antes de entrar a su habitación, ambos hablaron al unísono.
---"Es demasiado bueno para nuestra hija"
***
--- ¿Que fue todo ese lloriqueo de antes? ¿Te hicieron algo desagradable? ¡Esos viejos zorros!
Había estado persiguiendo a los sospechosos de esas palabras tan ofensivas, hasta que vio a su prometido llorar, rápidamente corrió hacia él, lo tomo de las manos y salió corriendo del lugar, con dirección al bosque. Ahora ambos se encontraban recolectando leña, Zen parecía molesta y eso que Joseph aun no había respondido ninguna de su preguntas.
---No hicieron nada de eso, más bien fue lo contrario, me hizo realmente feliz ser aceptado por todos.
---Aaah... así que fue eso. No te contentaste solo conmigo, eso es ser infiel.
---... ¿Qué?
--- ¡Vi como las otras señoras te echaban el ojo! ¡Tal vez nos conocemos recién pero ya eres mío, ¿lo entiendes?
---Si...
--- ¡No te escucho!
--- ¡Si lo entiendo, soy todo tuyo, me esforzare para no decepcionarte!
---Así me gusta, buen chico.
Para relajar al tenso Joseph, Zen acarició su cabeza suavemente, como si estuviera acariciando a un lindo gatito, no parecía que iba a ronronear pero su rostro se veía todo rojo, lo cual la hizo sentir satisfecha, bajó su mano y siguió la recolección de leña.
El silencio entre ambos se había prolongado por unos quince minutos, tan solo había perdurado el cantar de las aves, las ramas agitándose concuerdo al viento, las hojas húmedas que dejaban caer pequeñas gotas a la hierba alrededor de sus gruesas raíces, un tanto incómodo para Zen, pero para Joseph, quien siempre había vivido en la ciudad; era una vista tan agradable que memorizo cada pequeño detalle.
La expresión en su rostro... que lindo.
Quería comentar algo para iniciar una conversación casual, pero cuando la expresión de Joseph llego a su vista, repentinamente su rostro se enrojeció y las palabras no salieron, recién a estas alturas de la situación, pensó que él debía tener una mala impresión de ella, 'por lo que lo obligo a estar comprometido con alguien que apenas conoce unas horas', un leve dolor creció en su pecho.
---Dime, qué opinas de mí.
---¿?
---Debes pensar que soy un chica egoísta, posiblemente tengas razón, nos conocemos apenas unas horas, solo porque te salve no me da el derecho de hacer lo que hice, me proveche de tu problema, te ofrecí una solución sin siquiera pensar en lo mucho que sufriste, solo para mi conveniencia...
Su rostro reflejaba el gran conflicto interno que tenía, su forma de ser, egoísta y prepotente, contra su resiente sentimiento de culpa y humildad, tenían una batalla a muerte que hacía que su pecho se contrajera, tal vez para un chico sería difícil entender los complicados sentimientos de un chica, pero en este caso, ambos lo eran, aunque María este en el cuerpo de un chico, y empezara a desarrollar unos complejos sentimientos hacia el mismos sexo; sin duda al ser una chica, entendía por lo que Zen está pasando, y como podía entenderlo, sabia la respuesta.
---Como ya se lo había comentado a los señores anteriormente, no pienso eso de ti. Solo te conté directamente mi problema, no te dije la razón o las circunstancias por lo que estoy en este mundo, aun así, no hiciste más preguntas, y aunque digas que no le tomaste importancia, sé que te preocupaste y me diste la mejor solución, que ni si quiera yo habría pensado. Me dijiste que podía quedarme, que podía vivir aquí, sin duda eres una de las personas más amables que conozco, no mentiré al decir que el compromiso no me asusto, pero ahora que te conozco un poco mejor, no me arrepiento de mi respuesta.
No sabía desde cuándo, pero Joseph se encontraba sujetando las manos de Zen contra su propio pecho, el calor de esas pequeñas manos, se extendió por todo su cuerpo, el rostro de ambos se encontraba sonrojados, tal vez sea por la situación pero su cuerpo tembló de repente, pensaba que a lo mejor se había propasado, en las novelas que siempre veía de niña, 'la mujer al ser arrinconada de esta forma siempre reaccionaba con una cachetada', eso sin duda le dolería, pero como hombre (aunque solo lo es físicamente), no podía retroceder.
Posiblemente fue esa determinación en su mirada por la cual, Zen, quien al ver que sus manos habían sido tomadas con gentileza, y su cuerpo arrimado contra un árbol, descendió su mano derecha, la cual iba en dirección al rostro de Joseph.
---No te arrepientes...
---no.
---No te arrepentirás.
---Lo dudo.
--- ¿¡Cómo estas tan seguro!?
Antes de responder a lo que posiblemente sea el último obstáculo hacia el corazón de Zen, Joseph, guardo silencio mientras entrelazaba sus manos con las de ella, y justo cuando movió sus labios, llevo ambas manos hacia donde los latidos de su corazón eran más intensos.
---Porque estás aquí.
No había más duda en el corazón de Zen, por fin había encontrado a su tipo ideal, y a partir de ese momento decidió dar todo de su ser a Joseph.
***
[Sábado 11 de abril del 2020 <03:57 am>]
Bajo la oscuridad de la noche, donde ni siquiera la luz de la luna llegaba, en un determinado callejón de la ciudad de Lima, había cinco cadáveres.
Según se podía observar, la muerte de estos cinco delincuentes no fue producto de acuchillamiento o de disparos, sino más bien, de ser golpeados con una fuerza extrema contra las paredes, las cuales se encontraban agrietadas y con sangre, tanta sangre que podrían aparentar ser dibujos abstractos, y en medio de esta terrorífica escena, se encontraba un joven vestido de negro, el mechón largo de su cabello azabache cubrió su ojo derecho, la malvada aura de luz purpura en sus pupilas, parecían dos luciérnagas, que atraen la muerte.
---Parece que uno se me escapo.
Una sonrisa retorcida apareció en su rostro del joven desconocido, giro en dirección contraria, como mirando hacia la calle principal.
---Creación: <Visión rayos x>
Cuando esas palabras salieron de su boca, alrededor de sus pupilas purpuras aparecieron unos jeroglíficos, que giraron de forma de horaria y anti-horaria, un par de veces, cuando se detuvo, su vista cambio de forma radical, todo a su alrededor se veía tan claro como en el día, y no importa si había paredes, podía ver a través de ellos.
En su búsqueda de ese alguien que se le escapo, sus ojos se movían de forma extraña, y a una velocidad que pensarías que había tres pupilas de cada lado, de pronto el movimiento de sus ojos se detuvieron.
---Teeee, encontré, ja.
Cerró sus ojos y en su mente apareció la palabra cancelar.
---Creación: <Teletransportación>
De un momento a otro, el callejón solo se quedó con los cinco cadáveres, y un fuerte olor a hierro.
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