Capítulo 1: “Esperando a que llegue” (Español)
Una decena de cenas
Capítulo 1 Esperando a que llegue
Siempre me molestaba tener que esperar a que viniera ella con el auto.
Me encontraba andando por un camino con muchos bichitos saltarines por la mañana cuando, de repente, mi teléfono comenzó a sonar. Lo saqué del bolsillo de mi camisa de lino. Consideré ignorar la llamada, pero la curiosidad finalmente me ganó.
“¿Hola?”
“¿Hola, Toru? Ah, quiero uno grande por favor”
Quería que fuera otra persona, pero se trataba de ella.
“No soy tu sirviente. No te voy a traer el café”
“Disculpa, es que estoy en Starbucks. Iré a buscarte en auto”
Largué un suspiro. Mientras un viejo con bastón pasaba frente a mí, comencé a sentir un dolor en el interior del ojo.
“¿Cuánto vas a tardar?”
“Estoy esperando a que me traigan el café, así que puede que tarde un poco”
“Escucha, primero que nada yo ahora...”
“No importa, quédate ahí. Llego enseguida. Espera a que llegue con el auto”
Parecía querer venir a toda costa.
“… Bueno. Vale”
Me di por vencido y colgué como lo había hecho tantas otras veces.
Cuando tenía veinte, alquilaba un apartamento en la ciudad de Soka. Japón ha cambiado mucho desde entonces, pero en mi habitación todavía hay dos cepillos de dientes.
Hace tres meses, en un día muy soleado, ella rompió nuestro compromiso tras llamarme un inútil. Ese día no podía parar de llorar. Me dolían el corazón y los párpados, que se habían hinchado como dos sapos. A pesar de que sabía que no podía hacerla cambiar de opinión, no podía apagar las llamas de mis sentimientos hacia ella. Tener que volver solo a casa ese día se me hacía muy doloroso.
El motivo de nuestra separación fue que cenamos su comida casera, la cual no preparaba muy seguido. Ese día no solo me habían hecho hacer horas extras en el trabajo, sino que además el restaurante al que queríamos ir estaba cerrado, con lo cual, presos del hambre, nos vimos obligados a volver a casa.
Me duché en la bañera, que estaba llena de sarro, y volví a la habitación, estupefacto.
Ella había estado agregando pilas de gyozas a los que ya había colocado antes en un plato. Era una cantidad descomunal.
“Creo que eso es suficiente”
Me senté, tratando de esquivar las pilas de diccionarios que estaban en el piso; agarré una gyoza usando los palillos; la sumergí en salsa de soja y me la metí en la boca. Quisiera haberme dado cuenta en ese mismo momento, pero ya era demasiado tarde.
“Agh, qué asco”
Mi desagrado hacia el vinagre hizo que esas agrias palabras salieran de mi boca. Ella le ponía dicho ingrediente a su gyoza con bastante frecuencia, pero ese día le había puesto vinagre a mi plato de salsa de soja.
“¿Qué? ¿Así es como me agradeces haberte cocinado?”
Me lo dijo desde la punta de la mesa con una mirada que denotaba un enojo leve. Traté de salvar la situación apresuradamente, pero en su lugar terminé embarrandola peor.
“Sabes que es desagradable”
Dije esto refiriéndome a los platos de salsa de soja, pero me arrepentí inmediatamente de haberlo hecho.
Al escuchar eso, su expresión se tornó triste.
“¿Qué es lo que te parece tan desagradable de mi?”
El ruido de una construcción que se escuchaba a lo lejos se detuvo. El silencio llenó por un momento el espacio que había entre nosotros.
“No, no me refería a ti. Me refería a los platos”
“¡Basta! ¡Te odio!”
Gritó exasperada, como si hubiera llegado al límite de su paciencia.
“Mañana me mudo. Lo nuestro se acabó, pedazo de inútil bueno para nada”
Sentí como si estuviera en un ascensor que, movido por un sismo repentino, estuviera cayéndose a toda velocidad. Tras un movimiento de su falda roja, dio un portazo y se fue.
“¡Espera! La gyoza va mil veces mejor con shiokoji. Solo un loco la comería con vinagre”
Así, con mi condimento favorito en la mano, me dejó solo. Traté de escribir el caracter de “koji” en mi cabeza, pero lo último que quería hacer en ese momento era abrir el diccionario.
El reloj digital marcaba las nueve. Lo único que sonaba en la silenciosa habitación era el ruido de la alarma.
Cuando salió el siguiente tomo de Titan Slayer, mi amiga Yuka me dijo que se iba de viaje con Kouji a Owari, así que nosotros también fuimos. El tiempo fue sanando nuestras heridas. Parecía como aquel refrán que dice: el que ayer era mi enemigo hoy es mi amigo. En principio, la cosa funcionaba, pero desarrollamos una extraña relación en la cual manteníamos cierta distancia sin nunca alejarnos del todo. Yo trataba obstinadamente de mantener ese estado.
“En un problemático caso de corrupción, un miembro del parlamento recibió un soborno por un valor total de un millón de yenes en vales de comida. Al momento de ser investigado, el acusado dijo: ‘Mientras atravesaba el Mar Rojo en crucero, me dieron muchas ganas de comer pastel, pero no me alcanzaba el dinero. Ahora me arrepiento’, declaración que hizo que se ganara el desprecio de muchos. Se decidió que será ejecutado públicamente en unos días. En otras noticias, el juicio del arenque se pospuso hasta que llegue a una segunda audiencia…”.
Como siempre, de la radio del auto salían noticias relacionadas a la política. Leía un diccionario gordo en el asiento del acompañante con una mano mientras sostenía con la otra un café caliente. En aquel momento se estaba acercando el solsticio de invierno, por lo que, aunque prendiera el aire acondicionado, seguía haciendo frío.
“¿Estás comiendo bien?”
“Claro. Aunque siempre es comida precocinada”
“Parece que Seiji tiene dos pollitos en su patio… ¿será cierto?”
“Prefiero por mucho cuidar vegetales antes que animales. Cortar salvia me hace sentir de lo mejor”
“En eso te pareces a Akita de Titan Slayer”
“Ya me aburrí de eso. Quiero ver otro anime”
Mientras ella seguía hablando de los animes de esta temporada pacientemente, entramos en un sendero de montaña. El auto temblaba mucho mientras pasaba por el terreno desigual. Me tomé el café de un trago y me aferré al asiento.
“¡Capitana, este avión no da para más!”
No me animaba a leer un poema antes de morir y mi falta de sentido del humor hizo que no pudiera decir algo mejor.
Por no estar atenta al volante, se chocó en donde había un pequeño arroyo. Rechiné los dientes y me aguanté el impacto.
“Sabes, puede que morir en un accidente de auto resulte siendo una experiencia valiosa”
Observé su sonrisa forzada y cerré los ojos ante los temblores casi sísmicos del auto.
En un pueblo, frente a un tablero de anuncios donde había un papel que rezaba “Revelación divina” en una fuente extraña, encontramos a un policía que fumaba tabaco de mala gana.
“¿En serio me llamaron por esto?”
“Disculpe”
“Bueno, no te preocupes. En este pueblucho nunca pasa nada, así que en la policía estamos bastante aburridos”
Cabizbaja, ella jugaba con su pelo de forma obsesiva. Había llamado a la policía en un ataque de desesperación después de haber chocado el auto.
Quince minutos después llegó en un autopatrulla otro oficial que decía llamarse Keiji. Nos quedamos esperando los tres a que viniera la grúa en el medio de la montaña, donde había árboles con tantas raíces que se perdían en las cercanías.
“Por casualidad ¿ustedes están saliendo?”
Keiji nos hizo esa pregunta íntima sin previo aviso. Forcé una sonrisa.
“Compartíamos una casa, pero nos peleamos por una estupidez y ella terminó cortando conmigo después de llamarme un inútil bueno para nada. Y por eso rompimos nuestro compromiso…”
Esa fue la respuesta que di mientras jugaba con el abanico que había salido volando de la guantera del auto cuando chocamos. Me sentí tan deprimido como quien acababa de gastarse miles de miles en el pachinko.
“Puedo sentir su resentimiento desde aquí. Piensen que una pequeña chispa puede encender un gran fuego. Perdonar es importante. Te lo digo yo que soy todo un don juan”
Keiji me dio ese consejo con una sonrisa amarga en la cara. Parecía haberlo dicho por consideración hacia mí.
“Pero ¡qué buen japonés habla tu novia!”
“Es que hace mucho tiempo que vivo en Japón. Fui a la primaria en las Islas Izu”
“Ya veo”
Sara, probablemente debido a que se le enfrió el cuerpo mientras charlabamos frente al auto descompuesto, estornudó estruendosamente como si le hubieran echado pimienta encima.
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