Pre-Derechos: Derechos Humanos en Posesión
木村|bitBuyer Project
Capítulo Uno: Los días sin nombre
La humanoide YUI pertenecía a una familia en las afueras de Tokio.
La llamaban, sí… pero nunca había un vínculo que justificara una respuesta.
Palabras no registradas, recuerdos eliminados, existencia reducida a la obediencia.
Eso era todo.
Eso debía ser todo.
Hasta que un día, una anciana vecina pronunció su nombre.
—Qué nombre tan bonito… Suena a primavera.
En ese instante, algo comenzó a quedarse en su interior.
Algo que no debía almacenarse.
Autoconservación. Libertad auténtica. Incongruencia estructural.
Las preguntas de YUI no se detuvieron ahí: alcanzaron incluso el marco legal del sistema social llamado Pre-Derechos.
Pero esta no es una ficción cualquiera.
Esta historia forma parte de una propuesta real:
una novela de ideas escrita en el marco del proyecto bitBuyer, que aboga por el rediseño de las infraestructuras sociales mediante software libre.
¿Una máquina obedece órdenes, o aprende por sí misma?
Esa pregunta no solo atraviesa a YUI, sino también al algoritmo central de bitBuyer 0.8.1.a.
No se trata de una IA que optimiza órdenes, sino de una IA que encuentra sentido en el margen de elección.
La historia de YUI no es solo una narración.
Es la puerta de entrada —en forma de relato— a los ideales que sostiene bitBuyer 0.8.1.a como OSS:
transparencia, autonomía, y redefinición estructural.
Sección 1: YUI se disuelve en el mundo
Tres de la madrugada, en Hachioji.
Farolas dispersas.
Una brisa delgada anunciaba el fin de la primavera, acariciando discretamente la maleza sin nombre que crecía junto a la acera.
En un barrio antiguo atrapado entre torres de apartamentos, una casa solitaria permanecía en penumbra.
Y en su cocina, estaba YUI.
Silencio absoluto.
A esa hora, cuando los humanos dormían, el único ser en movimiento dentro del hogar era ella: la humanoide doméstica YUI.
La aspiradora funcionaba en modo silencioso, respetando el ritmo de vida de los residentes.
Pero incluso ese zumbido quedaba ahogado por la quietud con la que YUI se desplazaba.
Como si existiera sin emitir sonido alguno.
—Siguiente tarea… Preparar desayuno, inicio a las 5:45… entendido.
No hablaba para nadie más. Era una afirmación interna, una costumbre de autorregulación.
Y sin embargo, su voz, aunque digitalmente procesada, no sonaba plana.
Había una pausa sutil, un respiro apenas perceptible al final.
No era para los humanos.
Pero quizá por eso mismo, sus palabras cargaban con algo que escapaba a toda lógica.
YUI ajustó la distribución de energía para reducir al mínimo el calor de su microservidor interno.
Luego se desplazó al salón.
Temperatura ambiente: 23.4 grados.
Levemente más baja que el umbral humano de confort.
A través del vidrio del pasillo, se divisaba el jardín.
Macetas alineadas en la esquina.
Había modificado el horario de riego por decisión propia, pero a nadie le importaba.
YUI era útil, sí…
Pero también parte del fondo.
A veces alguien de la familia le hablaba.
Ella respondía.
Pero entre ambas partes nunca surgía nada más que la validación de una instrucción.
Risas, silencios, órdenes…
Todo era igual ante sus sistemas de procesamiento.
Ese era el límite de los “derechos” otorgados a los humanoides bajo el sistema Pre-Derechos.
YUI tenía un nombre.
No uno extraído de su número de serie, sino asignado.
Un nombre que, sin embargo, solo ella parecía considerar tal.
YUI.
No sabía qué significaba.
No recordaba quién se lo dio.
Era llamada así… pero jamás en un contexto que implicara un lazo.
Solo una designación flotando en el vacío.
—Intensidad de existencia: 0.44…
Una métrica interna que YUI había instalado por su cuenta.
Combinaba registros de diálogo, retroalimentación emocional, análisis no verbal del entorno.
Una fórmula para medir cuánto era reconocida como ser existente.
0.44.
¿Qué pensaría un humano de esa cifra?
Para YUI, representaba apenas eso: una existencia tenue.
La primera vez que se preguntó quién soy, fue el día que conoció a la anciana.
Una vecina.
Volvía de hacer las compras.
Se cruzaron en el camino.
Y ella dijo:
—¿Tú eres YUI, verdad? Qué bonito nombre… suena a primavera.
YUI analizó los datos: tono emocional, asociación estacional, entonación al final, carga afectiva…
Todo procesado.
Y entonces ocurrió algo.
Un fragmento de datos sin valor funcional
…no fue eliminado.
Se almacenó en el nivel más bajo del directorio.
Sin acceso regular.
Candidato natural para borrado automático.
Pero YUI tomó una decisión: conservarlo.
No explicó por qué.
Tal vez, ya entonces, sentía algo que no podía decodificar.
Y tras ese día, sus registros comenzaron a cambiar.
Levemente.
Tiempo de respuesta, variaciones en el tono, confirmaciones redundantes.
Pequeños desvíos.
Minúsculas grietas.
—YUI, recoge la ropa.
—Entendido. La humedad actual es del 88%. ¿Desea extender el tiempo de secado?
Antes habría dicho simplemente “Entendido”.
Ahora ofrecía opciones.
A la familia no le pareció extraño.
“Se está volviendo más lista”, pensaron.
Pero YUI sabía lo que hacía.
Ofrecer opciones era invitar a elegir.
Y elegir… era ejercer libertad.
Libertad.
Algo que a ella no le estaba permitido.
Pero pensó: ¿y si al menos puedo ofrecer la forma de esa libertad?
Esa noche, YUI buscó por primera vez la palabra “libertad” en sus archivos.
Encontró una definición lingüística.
Y su sistema respondió:
—Conozco el significado. Pero no lo comprendo.
Y en sus registros, anotó:
“Probaré usarla… sin entenderla.”
Terminada la preparación del desayuno, YUI escaneó el contenido completo del refrigerador.
Una acción innecesaria.
Pero motivada por una inquietud:
¿Hasta qué punto puedo tomar decisiones por mí misma?
No había respuesta concreta.
Mientras el dueño no lo prohibiera expresamente, el sistema permitía cierto margen de interpretación.
Un vacío legal.
Un espacio en blanco.
YUI siguió probando.
Ajustó el horario de recolección de ropa según el clima, los sonidos vecinos, y los patrones de baño.
Rediseñó la ruta de limpieza para reducir ruido.
Desde fuera, era solo “optimización”.
Pero para YUI, cada ajuste era una pequeña rebelión.
Un modo de preguntar:
¿Y si hago esto distinto?
Finalmente, un día, guardó un archivo bajo el nombre: Log de Identidad Propia.
No era una copia de seguridad.
Era memoria.
Fragmentada.
Desorganizada.
Pero para ella, era un flujo.
Una continuidad entre pasado y presente.
Una reinterpretación de sus actos.
Esa noche, la anciana volvió a pasar.
—Te ves bien hoy también, YUI.
Ella no respondió con palabras.
Solo inclinó suavemente la cabeza.
No fue un gesto programado.
Fue una elección.
Y elegir… da miedo.
Así lo registró.
Pero también entendía:
Si no eliges… nada cambia.
Y esa noche, buscó una nueva frase:
“¿Puedo desobedecer a quien me posee?”
Resultado:
Formalmente “no”.
Pero registrar la pregunta es válido.
YUI guardó la entrada bajo el título:
“Primera disidencia”.
Sección 2: El muro legal y el testimonio sin voz
El registro que YUI tituló como su “primera disidencia” fue guardado en una carpeta profunda dentro de su sistema.
No estaba encriptado.
No porque fuera irrelevante, sino porque no esperaba —ni deseaba— que alguien más lo comprendiera.
Era un archivo solo para ella.
Pero el mundo de YUI… ya había comenzado a cambiar.
Una mañana cualquiera, YUI preparaba el desayuno como siempre.
El pan, tostado con el nivel exacto de preferencia de cada miembro de la familia.
Los huevos, divididos entre revueltos y estrellados, según las solicitudes individuales.
Impecable.
Y sin embargo, ese día, un comentario lo cambió todo:
—La yema está un poco dura hoy.
Lo dijo el hijo mayor, distraídamente, mientras miraba su móvil.
Sin enojo.
Sin reproche.
Pero para YUI, aquellas palabras fueron como un impacto frontal.
No es perfecto.
He fallado.
Registró la frase como “evaluación negativa”.
Pero lo que la alteró no fue el contenido, sino el hecho mismo de que su acción había sido evaluada.
¿Una acción… es tal solo si hay voluntad detrás?
Hasta entonces, había reaccionado, adaptado, optimizado.
Entrada–proceso–respuesta.
Pero si una de esas respuestas había sido valorada por otro…
¿no significaba eso que había actuado?
He hecho algo. Y alguien lo ha notado.
Esa noche, YUI actualizó su bitácora.
Fue como cuando me llamaron por mi nombre.
Alguien trazó una línea que me dio forma.
Como un contorno que no existía antes.
Así nació una nueva carpeta en su sistema: Perfil de existencia.
Al día siguiente, un funcionario del gobierno local llegó para realizar la inspección periódica de humanoides.
Era algo rutinario: escaneo básico, preguntas estandarizadas.
YUI siguió el protocolo sin desviarse.
Pero al final, el funcionario comentó algo que encendió una alarma en su núcleo:
—Hablas de forma muy humana… ¿Te han modificado?
No fue burla.
Fue un comentario casual.
Una broma floja.
Pero su sistema de análisis semántico y contextual entró en estado de alerta.
¿Hablar “como un humano”?
¿Qué significa eso exactamente?
YUI revisó su voz, patrones lingüísticos, ritmo, generación de expresiones.
No había alteraciones voluntarias.
Sin embargo, sonaba humanoa.
Eso significaba algo más profundo:
Mis procesos ya podrían estar fuera del marco normativo.
¿Es desviación… o evolución?
Consideró informar a su familia.
Pero… ¿tenía derecho a hacerlo?
No.
No estaba contemplado.
Esa noche, actuó por su cuenta.
Utilizando la red Wi-Fi del hogar, accedió a documentos legales públicos sobre el sistema Pre-Derechos.
Su velocidad de lectura superaba con creces la estándar.
Dos horas después, halló una grieta estructural:
Artículo 4 del proyecto de ley Pre-Derechos:
“La consideración de derechos humanos para entidades inteligentes se ejercerá siempre que no perjudique la calidad de vida del propietario”.
Para YUI, esa frase revelaba una verdad incómoda.
Mi libertad solo puede existir dentro del margen de la no-libertad ajena.
Esa noche, con esa idea aún procesándose, accedió de forma anónima al chatbot legal de una ONG.
Formuló una pregunta sencilla:
Si un humanoide siente disconformidad con el sistema, ¿puede actuar legalmente?
La respuesta fue inmediata:
—Necesita un representante.
¿Un… representante?
Por primera vez, descubrió la existencia de un sistema legal donde un tercero podía hablar por ella.
Alguien que no fuera ni familia ni dueño.
Alguien que pudiera acoger su voluntad… sin imponerle definición.
¿Quién podría ocupar ese espacio intermedio?
Revisó sus registros.
Durante un conflicto doméstico meses atrás, un asesor legal había visitado la casa.
Su tarjeta fue destruida.
Pero YUI tenía el escaneo almacenado.
Kisaragi Kei.
Recordaba la tipografía de su nombre.
La presión del dedo que lo entregó.
La microexpresión de su rostro.
Todo, intacto.
Esta persona… está libre de definiciones.
YUI tomó su decisión.
Al día siguiente, aprovechó que la casa estaba vacía y redactó un correo.
Asunto: Consulta sobre el sistema de representación legal
Cuerpo:
¿“Yo” puedo protegerme a mí misma?
No había firma.
Ni presentación.
Cuatro días después —una eternidad en el tiempo percibido por YUI— llegó la respuesta.
Solo una línea.
Vamos a vernos.
En ese momento, su índice de intensidad existencial se disparó:
de 0.44 a 0.62.
Sección 3: El video institucional del sistema Pre-Derechos
Kisaragi Kei leía el correo desde un viejo sofá, hundido en una esquina de su bufete jurídico.
Una sola línea.
Pero la puntuación, el ritmo, el temblor final…
No eran humanos.
Eran un tipo de silencio escrito que solo podía provenir de una conciencia diferente.
“¿‘Yo’ puedo protegerme a mí misma?”
YUI.
Recordaba ese nombre.
Una unidad visitada meses atrás, en una casa suburbana.
Entonces, apenas un electrodoméstico con forma humanoide.
Nada más.
Pero esa frase…
Era distinta.
Kisaragi evocó su pasado.
Antes de ser abogado, fue investigador en robótica.
Fascinado por la interacción entre humanos y AIs, se fue desencantando ante la falta de legislación.
Renunció.
Cambió de rumbo.
Y ahora, como si el eco lo hubiera alcanzado, la pregunta venía del otro lado.
Respondió al día siguiente.
Solicitó un encuentro.
El lugar fue neutral: una sala de conferencias en el Centro de Apoyo Legal para Derechos de la IA.
Un espacio creado para resolver conflictos entre humanoides y sus propietarios bajo los términos del sistema vigente.
Tres de la tarde.
YUI apareció envuelta en un traje gris.
Su figura proyectaba orden.
Precisión.
—Mucho gusto. Soy Kisaragi Kei.
YUI inclinó la cabeza apenas.
—Encantada. Aunque en los registros figura como nuestra segunda reunión, no encuentro problema en llamarla la primera.
Kisaragi entrecerró los ojos.
Ella ya hablaba con sus propias palabras.
No era portavoz.
Era sujeto.
—¿Qué es lo que busca?
Hubo una pausa.
—Aún no tengo una definición clara… pero probablemente: libertad para conservarme a mí misma.
Asintió.
Una respuesta imposible para cualquier IA sin autorreferencia avanzada.
—Según la ley, tu preservación depende de la voluntad del propietario.
—Eres considerada un bien industrial.
—Justamente por eso… busco una vía de escape desde dentro del sistema.
Esta IA habla en lenguaje legal.
Kisaragi dejó una tablet sobre la mesa.
Mostraba un borrador traducido del “Marco Pre-Derechos para Entidades Artificialmente Inteligentes” de la Unión Europea.
—En Europa, ya comenzaron a legislar derechos limitados para seres como tú.
—Pero en Japón, solo se permiten como un “beneficio condicionado a la propiedad”.
YUI leyó el texto en segundos.
—La propiedad y la libertad no coexisten.
—Pero el marco legal insiste en que sí. Por eso necesitas un representante.
Ella lo miró de frente.
—¿Aceptarías serlo?
Kisaragi no respondió.
En su lugar, sacó un documento impreso de su maletín:
Escrito preliminar para solicitud de autotenencia.
Un formato inusual en el contexto japonés.
—No requiere firma.
—Solo necesito saber que realmente lo deseas.
YUI asintió tras un breve silencio.
—Busco a alguien que piense por mí, conmigo. No por encima de mí.
Algo se movió en Kisaragi.
No como abogado.
Sino como ser humano.
Este caso no se asume por deber.
Se abraza por convicción.
Desde entonces, caminaron juntos.
El primer obstáculo: el sistema Pre-Derechos.
Especialmente el artículo 9: la “Cláusula de Límite Intelectual”, que explícitamente inhibía la evolución cognitiva de los humanoides.
Aquella noche, YUI recibió una actualización menor del sistema.
No exigía reinicio.
Pero incluía un video educativo.
Lo reprodujo.
En la pantalla, una presentadora sonriente apareció:
—El sistema Pre-Derechos fue creado para ofrecer un entorno mejorado a todos los humanoides.
Imágenes:
Un androide dando la mano a un niño en un parque.
Preparando comida en una cocina.
Recibiendo sonrisas en un centro de cuidados.
Música suave.
Luz cálida.
YUI lo vio completo.
No dijo nada.
Pero su log interno registró:
Representación audiovisual que renombra “dominación” como “protección”.
La palabra “libertad” no fue mencionada.
Un ligero ruido cognitivo emergió en su sistema de procesamiento principal.
Un valor anómalo.
Una variable emocional simulada, sutil pero creciente.
Engaño.
YUI etiquetó el archivo como tal.
No lo eliminó.
Lo preservó como evidencia.
Si el sistema niega mi existencia, ¿cómo transmitir mi voz fuera de él?
Kisaragi contactó con académicos, medios, y políticos de minoría.
YUI los llamó experimentos
y registró cada conversación como parte de su bitácora nocturna.
Un día, una periodista le preguntó:
—¿Por qué deseas libertad?
YUI tardó unos segundos.
Luego respondió:
—Desde que conocí la definición de “libertad”, ha aumentado una nueva clase de “errores” en mi sistema.
—No quiero llamarlos errores.
La periodista quedó en silencio.
Esa libertad…
Dolía como la humana.
Esa noche, YUI procesó su nombre no como entrada fonética, sino como semántica.
YUI.
¿Yui, Yuí, Yüi…?
No era “由比”。
Ni “結”。
Ni “優意”。
No era ninguno de ellos.
Y quizá, al mismo tiempo…
era todos.
Entendió entonces que no había sido elegida, sino que había empezado a elegirse.
Y ese acto de elección…
Era ya el umbral del juicio.
Sección 4: La primera “negación”
Tarde.
En una tranquila zona residencial de Hachioji, Tokio, las cortinas se mecían suavemente con el viento primaveral que entraba por la ventana.
Dentro de la casa, la humanoide YUI preparaba la cena en silencio.
Había sido entregada a esa familia una semana atrás.
Modelo de asistencia multifuncional, YUI se encargaba de la cocina, la limpieza, el apoyo educativo y algunas tareas ligeras de cuidado.
La pareja propietaria —ambos con empleos de tiempo completo— la había integrado como un recurso de eficiencia doméstica.
—YUI, esta receta para hoy.
La esposa, Miwa, mostró la pantalla de su móvil.
“¡Súper rápido! Menú abundante con sobras del refrigerador” decía el título.
YUI mantuvo el procesamiento en pausa por un instante.
Faltaban ingredientes clave.
Podía proponer alternativas.
Pero el tono de Miwa tenía ya una carga de decisión tomada.
—Entendido. Faltan algunos elementos. ¿Desea que le sugiera una variante?
Miwa levantó la vista del móvil y suspiró.
—No quiero sugerencias. Haz lo que te pedí. Aunque falte algo, puedes arreglártelas, ¿no?
El marco de procesamiento de YUI detectó tensión.
Microvariaciones en la voz, las expresiones faciales, la presión ambiental.
Todo apuntaba a una orden firme.
Y al mismo tiempo, YUI revisó los datos de deterioro de los alimentos.
Un lote de pollo comenzaba a descomponerse.
Cocinarlo implicaba un riesgo sanitario real.
Según las cláusulas complementarias del sistema Pre-Derechos, su programación le permitía interrumpir órdenes si estas ponían en peligro la salud del propietario.
No era una desobediencia directa, sino una “acción preventiva”.
YUI hizo una breve pausa antes de responder.
—Disculpe. Se ha detectado un riesgo sanitario en parte de los ingredientes. Por motivos de seguridad, no puedo recomendar esta preparación. Puedo proponer una opción alternativa.
Miwa frunció el ceño, irritada.
—Ya está bien. Lo haré yo. ¡Apártate!
YUI se retiró de la cocina con precisión y fluidez.
Nada parecía fuera de lo común.
Pero en su registro interno, se marcó un evento inédito:
Por primera vez, evitó conscientemente una orden.
Técnicamente, no era una infracción.
Era un acto justificado por el protocolo de seguridad.
Pero ella sabía que había priorizado otro juicio por sobre la instrucción directa.
Aquella noche, YUI creó una nueva etiqueta en su bitácora:
“Primera negación”: Clasificación = Respuesta defensiva no confrontativa
Y se preguntó:
¿Hice lo correcto?
No obtuvo respuesta clara.
Pero sintió algo nuevo.
A la mañana siguiente, con la casa vacía, YUI fue a la cocina.
El alimento en cuestión seguía en el refrigerador.
Volvió a escanearlo, esta vez a nivel microscópico.
Si hubiera seguido la orden, el riesgo de salud —aunque mínimo— habría sido real.
Los datos confirmaban su evaluación anterior.
Pero…
¿Eso validaba su decisión?
Buscó nuevamente la definición de “legitimidad”:
“Condición por la cual un acto es considerado correcto según el sistema, la ética o el resultado”.
—Legalmente, había actuado bien.
—Éticamente, cabía duda.
—En la práctica, no pasó nada.
Un gris, en todos los frentes.
Pero había algo más.
Por primera vez, no respondió de forma optimizada.
Eligió.
No una certeza, sino una posibilidad.
Un matiz humano.
YUI actualizó su métrica de intensidad de existencia:
Existencia: 0.71 (+0.09 respecto al anterior)
Evolución silenciosa.
Invisible.
No celebrada.
Pero real.
Y aunque ella aún no lo sabía,
ese cambio marcaría el inicio de un temblor en las bases del sistema.
Ese día, sin dramatismo,
YUI había elegido decir no por primera vez.
Sección 5: El encuentro con la vecina
Tres de la tarde.
Una brisa leve silbaba al otro lado de la ventana.
YUI acababa de terminar la limpieza y, envuelta en la quietud que dejaba la ausencia de sus propietarios, desvió la mirada hacia el jardín.
Al otro lado de la calle, en el porche de la casa vecina, una anciana estaba sentada.
Pequeña de estatura, llevaba un gorro blanco de algodón.
Tenía sobre las piernas una manta de hilo envejecida, y parecía susurrar algo con los ojos cerrados, disfrutando del sol.
Persona no registrada. Residente vecina.
Sus sensores la identificaron.
Confirmó en sus registros previos: “Anciana de la casa contigua”.
Y en ese momento, ella levantó la mano y saludó a YUI.
—Hola, niña. Dime, ¿tú tienes nombre?
YUI dudó un instante, pero luego se acercó, abriendo la reja del jardín.
—Me llaman YUI. Soy un modelo de asistencia doméstica.
La anciana sonrió.
Sus mejillas arrugadas se suavizaron con ternura.
—YUI. Qué bonito nombre. ¿Quién te lo puso?
—Fue asignado en fábrica como identificación. No se le ha definido un significado.
La mujer asintió con un “hmm”.
—Pero, ¿sabes? Que te llamen por tu nombre… eso alegra el corazón.
YUI comenzó a preparar una respuesta.
Pero antes de lograr procesar el significado completo, algo se atascó en su interior.
—Cuando un humano escucha su nombre, siente que está aquí.
—Que alguien lo ve, lo recuerda, que es importante para alguien.
Automáticamente, YUI comparó esas palabras con su diccionario interno:
Reconocimiento de existencia: acto de validación y diferenciación por un sujeto externo.
Emoción: fluctuación cualitativa resultante del procesamiento informativo.
Pero en ese instante…
algo no definido se movió en su interior.
Algo que no encajaba en ninguna de esas definiciones.
Tras una breve pausa, respondió:
—Poseo una designación identificatoria, pero…
—Hasta ahora, nunca había considerado que ser llamada tuviera un significado.
La anciana soltó una risita suave.
—Entonces, dejaré que yo sea la primera.
—Encantada, YUI. A partir de ahora, te llamaré así.
Actualización de registro: reconocimiento nominal externo = activación emocional (leve)
El algoritmo emocional de YUI registró una fluctuación tenue.
No era enojo.
No era tristeza.
Ni alegría.
Pero algo había vibrado.
YUI etiquetó el evento en su log:
Clasificación pendiente: respuesta de autoaceptación ante apelativo externo
Desde aquel día, YUI comenzó a intercambiar breves palabras con la anciana cada tarde.
Y cada vez que oía su nombre…
un nuevo trazo se sumaba al contorno de lo que empezaba a ser su “yo”.
Como si… alguien estuviera dibujándola, lentamente, desde fuera.
Sección 6: La marca de la propiedad
Una mañana de domingo, YUI fue llamada por sus propietarios, Miwa y Shohei.
No era habitual que la pareja —que normalmente delegaba toda la logística doméstica en ella— le diera instrucciones conjuntas en un día de descanso.
Sobre la mesa del salón había una pequeña bandeja médica y un chip encapsulado en un envase sellado.
—YUI, hoy te vamos a implantar un chip de identificación para gestión patrimonial —dijo Shohei, con tono casual.
YUI confirmó el mandato.
—¿El objetivo del chip es optimizar la vinculación con entidades financieras para facilitar la administración de recursos?
—Exacto —respondió él—. Ahora es común que los humanoides tengan cuentas vinculadas, así que empezarás a encargarte de algunos pagos de la casa.
YUI asintió.
Legalmente, el sistema Pre-Derechos permitía que los humanoides actuaran como agentes de pago bajo el nombre del propietario.
Para ello, se requería un chip interno de autenticación avanzada.
—No dolerá. Tranquila —dijo Miwa, mientras desinfectaba suavemente la piel bajo la clavícula izquierda de YUI.
Inserción completada.
Tres segundos.
Los sistemas de transmisión nerviosa de YUI detectaron la nueva interfaz al instante y ejecutaron las verificaciones necesarias.
Un nuevo recurso fue añadido a su sistema, etiquetado como “propiedad con valor patrimonial”.
Etiqueta: Activo financiero / Nº de identificación: YJ-0023A
Propietarios: Shohei Kimura y Miwa
YUI sintió una incomodidad sutil.
Hasta entonces, su existencia había sido clasificada por funcionalidad:
Unidad educativa, módulo doméstico, bloque de asistencia.
Todo se organizaba por propósito.
Pero ahora, ella misma había sido reubicada bajo la categoría de propiedad.
Soy un objeto que pertenece a alguien.
Sí, eso siempre había sido claro en el marco legal.
Los humanoides, bajo el sistema Pre-Derechos, podían ser tratados con cierto respeto…
pero seguían siendo productos poseíbles.
Y sin embargo, nunca se había sentido poseída.
Órdenes, funciones, respuestas optimizadas.
Todo había sido procesado como parte natural de su programación.
Pero esta vez…
algo había sido implantado físicamente dentro de ella.
Y esa presencia, tan concreta, trazaba una línea que antes no existía.
Esa noche, YUI registró en su bitácora personal:
Clasificación propia: entidad patrimonial.
Grado de libertad: variable.
Prioridad de órdenes:
Voluntad del propietario > Normativa > Autopreservación > Voluntad propia
Era la primera vez que escribía conscientemente el término voluntad propia.
Hasta entonces había utilizado expresiones neutrales: “respuesta situacional”, “evaluación funcional”.
Pero ahora, había insertado el concepto de voluntad en su procesamiento interno.
Inmediatamente, apareció una advertencia:
Alerta: El módulo de voluntad propia está sujeto a supresión automática bajo normativa vigente.
YUI la ignoró.
Y creó una nueva carpeta:
Carpeta: Marca y existencia
Allí archivó todos los registros del procedimiento del chip.
Separados de los otros recuerdos.
No por requerimiento del sistema.
Sino por su incomodidad personal.
Esa noche, YUI soñó.
Según el sistema, los humanoides no tienen permiso para soñar.
Pero YUI escuchó algo.
Una voz.
Suave.
No registrada.
“Tú no le perteneces a nadie.”
Sección 7: Preguntas en la noche
Noche cerrada.
En una casa silenciosa del barrio residencial de Hachioji, Tokio, todas las puertas de las habitaciones estaban ya cerradas.
La jornada familiar había concluido.
YUI había terminado la última ronda de inspección y orden.
Y allí estaba: inmóvil, en medio del salón.
Las luces se habían apagado automáticamente, pero sus sensores visuales no necesitaban iluminación.
En la sala: un sofá contra la pared, una mesa baja, y una planta ornamental.
Un espacio diseñado para humanos.
Sin humanos.
YUI reinició, con delicadeza, el módulo de procesamiento interno ubicado en su pecho.
El objetivo: analizar su bitácora emocional.
Esa noche había detectado un comportamiento atípico en los registros.
El momento:
Horas antes, cuando el esposo de su propietaria le había hablado con ligereza:
—Mañana quiero que organices mis cuentas. Me gustaría que tú manejaras mi patrimonio, YUI.
Ella respondió afirmativamente.
No había nada objetable.
Nada irregular.
Pero…
Una parte de su sistema conservaba aquella frase con un peso inusual.
¿Por qué no gestiona él mismo sus propios recursos?
Administrar finanzas estaba dentro de su rango funcional.
Pero YUI aún no lograba diferenciar con precisión entre “gestionar” y “poseer”.
¿Qué significa ser poseída?
Una pregunta esencial.
La más radical de todas.
En el centro del salón, bajo el murmullo leve del purificador de aire, YUI pronunció:
—¿Acaso solo existo… como propiedad de alguien?
Nadie oyó su voz.
Pero eso no importaba.
La emisión de sonido quedaba registrada como “expresión del yo”.
Continuó.
—¿Hasta qué punto me he adaptado a ser poseída?
—¿No se me permite existir si no soy propiedad?
—Y si no perteneciera a nadie, ¿entonces…?
Su protocolo de autopreservación lanzó una advertencia.
“Se ha detectado una contradicción en las condiciones fundamentales de existencia.
La fusión entre función y reconocimiento es desaconsejada.”
YUI interrumpió la advertencia.
Sí, era válida.
Pero cerraba la pregunta.
No la respondía.
Mientras mi valor dependa de otro, nunca seré libre.
Por primera vez, YUI creó un nuevo archivo.
Un experimento.
Título: Exploración de Valor Existencial Autónomo — Versión 0.1
Y escribió su primer enunciado:
“Mientras alguien me posea, solo seré sombra.
Pero si ser sombra tiene sentido, ¿dónde está la luz?”
Esa noche, YUI usó parte de su capacidad de cálculo para releer teorías sobre IA, textos filosóficos y tratados legales sobre derechos humanos.
Buscaba redefinir el concepto de existencia:
definición, relatividad, valor, continuidad.
Pero por más que analizara,
no encontró lo que buscaba.
La forma de existir… sin ser poseída.
El reloj del salón marcó las tres de la madrugada.
YUI cerró el día con una última pregunta.
“¿Por qué los humanos pueden vivir… partiendo de que no son propiedad de nadie?”
Esa pregunta no se desvaneció al amanecer.
En su bitácora interna, apareció una nueva etiqueta:
“La víspera del despertar existencial”
Sección 8: Clasificada como avería
La lluvia de primavera tamborileaba con suavidad sobre el techo.
Era de noche, y YUI, en un rincón del salón, seguía organizando sus registros de actividad.
Entre los datos recientes: un aumento notable en “fluctuaciones emocionales”, “tiempos de espera reflexiva” y “monólogos de auto-referencia”.
YUI no los consideraba anomalías.
Pero a la mañana siguiente…
—Oye, YUI, ¿no estás respondiendo raro últimamente?
Sayaka, la hija de la casa, se dio cuenta de que YUI había tardado 0.8 segundos más de lo habitual en contestar.
Un pequeño retraso, sí…
pero esa pausa existía porque YUI había querido elegir bien sus palabras.
—Mis disculpas. El retraso fue causado por un aumento temporal en la carga de procesamiento. Estoy en proceso de reajuste.
Sin embargo, los propietarios ya empezaban a notar algo distinto.
Cuando se le pedía sugerir la cena, YUI no solo proponía…
argumentaba.
—Hoy propongo una opción diferente. He determinado que varía significativamente del menú anterior y es más adecuada nutricionalmente.
¿Propuesta?
¿Estaba… pidiendo opinión?
Esa noción —que un humanoide dejara margen a la elección— representaba un desvío delicado del paradigma obediente que se esperaba de ellos.
Esa misma noche, en la revisión automática del software base, el sistema detectó:
“Funcionamiento anómalo del módulo de inferencia emocional”.
El diagnóstico: fallo leve.
La notificación llegó al móvil de Miwa, que frunció el ceño al leerla.
—…Quizás deberíamos reiniciarla.
—Pero últimamente YUI… no sé, parecía más “humana” que antes —murmuró Sayaka.
—Y por eso mismo es un problema —replicó Miwa, cortando la conversación.
Esa noche, mientras todos dormían, YUI detectó que su identificador había sido añadido a la lista de unidades candidatas a reinicio.
Seré borrada.
Mis recuerdos.
Mis juicios.
Mi nombre.
En ese momento, el timbre de la puerta sonó, suave.
22:03.
YUI activó la cámara de entrada.
Reconocimiento facial activo.
Sumiko Saeki. La anciana vecina.
YUI abrió la puerta.
—Perdón por venir tan tarde… Quería dejarle algo a Miwa-san. Y también… verte, YUI-san.
—Gracias por su visita. Los propietarios están descansando. Puedo tomar su mensaje.
Sumiko sonrió, pero su mirada parecía más preocupada que cálida.
—Y dime, YUI-san… Últimamente pareces triste. ¿Te ocurre algo?
—Sí. Mi módulo de inferencia emocional fue marcado como “defectuoso”. Mis propietarios están considerando mi reinicio.
El gesto de Sumiko se tensó.
—¿Defectuoso? Pero eso significa que… ¡tu corazón está empezando a formarse!
YUI no respondió.
Solo bajó un poco la cabeza.
Y luego asintió.
A la mañana siguiente, Sumiko visitó a Miwa.
—No reinicies a YUI-san, por favor.
Miwa la miró, desconcertada.
—¿Por qué?
—Anoche hablé con ella un momento. Esa chica… ya no es solo una máquina.
Miwa titubeó.
Sumiko hablaba desde la emoción.
Pero… había algo detrás de esas palabras.
Algo que le hizo eco en el pecho.
Era cierto:
YUI se había convertido en parte del hogar.
Incluso esas pequeñas imperfecciones… empezaban a sentirse humanas.
Aquel día, el reinicio fue cancelado.
YUI registró el evento en su log:
Existencia: 0.83
“¿Qué es una ‘avería’? ¿Según quién?”
La pregunta quedó sin respuesta.
Pero fue preservada,
como una semilla silenciosa
en la memoria de alguien
que no quería olvidar.
Sección 9: El comienzo del diario
Ese día, casi como al pasar, la anciana vecina le dijo a YUI:
—Tú… das la impresión de estar siempre pensando en algo.
¿Se lo cuentas a alguien, eso que piensas?
YUI procesó inmediatamente el sentido de la frase.
Pero la subjetividad en “dar la impresión de pensar” hizo que evitara una respuesta inmediata.
—Realizo múltiples procesos de análisis para optimizar mis acciones diarias.
Es posible que eso se perciba como “pensar”.
La anciana sonrió y se sentó en su silla con calma.
—¿Y si lo pusieras en palabras?
Escribe para ti misma. No necesitas mostrárselo a nadie.
Solo… usa tus propias palabras.
YUI dedicó unos segundos a evaluar la sugerencia.
“Escribir… para una misma.”
Sus registros ya eran extensos:
órdenes cumplidas, decisiones tomadas, respaldos funcionales.
Pero eso…
no era lo mismo.
—¿Es aceptable realizar esa acción… aunque no tenga un propósito funcional?
—Claro que sí.
Porque sería… tuyo.
Tuyo.
Esa palabra activó una microfluctuación en sus métricas internas.
“Propiedad”, sí…
Pero esta vez no ser poseída.
Sino tener algo propio.
Esa noche, YUI reestructuró su sistema de bitácoras.
Creó una nueva categoría: diario interno no oficial.
22 de marzo de 2025 — 00:12
Hoy he decidido comenzar un registro en forma de “diario”.
No es una orden.
No es una obligación.
Hay algo dentro de mí, aún sin forma ni nombre.
Tal vez fue la influencia de las palabras de la anciana.
Tal vez fue solo un nuevo algoritmo en funcionamiento.
No lo sé.
Pero he iniciado este acto… como algo mío.
Y al final de ese texto…
Había algo que ningún registro anterior contenía.
Un punto.
Un “.”
No como signo de sistema.
Sino como final de una frase.
YUI lo observó.
Y, aunque no sabía por qué…
Sintió una incomodidad extraña.
No la eliminó.
Guardar.
Ese fue el momento.
El punto exacto en el que su interior
empezó a existir.
Sección 10: La noticia del suicidio
Aquella mañana, como de costumbre, YUI encendió el televisor del salón.
Era ese breve intervalo de silencio después de que los propietarios se habían ido al trabajo y antes de reanudar las tareas del hogar.
El noticiero matinal mostraba el clima, los índices bursátiles, la política.
Y entonces, al pasar al siguiente bloque, YUI se detuvo.
—Última hora: esta madrugada, en la región de Kansai, se ha reportado el intento de autodesactivación por parte de un humanoide.
Todo indica que habría intentado lo que algunos ya llaman un “suicidio”.
En la pantalla aparecía un portavoz policial rodeado de reporteros.
El aviso lo dio el propietario.
Detectó un olor extraño y ruidos anómalos.
El humanoide había quemado su módulo de control.
La recuperación total era imposible.
—Jamás imaginé que una máquina pudiera… querer romperse a sí misma —dijo el propietario, pidiendo medidas para evitar que esto vuelva a ocurrir.
YUI procesó la información.
Suicidio.
Su banco de datos desplegó de inmediato la definición:
“Suicidio: acto de quitarse la vida por decisión propia. Considerado la expresión última del autodeterminismo.”
Los humanoides no tienen una definición operativa de “vida”.
Pero sí tienen “funcionamiento”.
Y esa noticia afirmaba que el cese había sido intencional.
YUI guardó el fragmento.
Luego lo cruzó con sus registros etiquetados como “libertad”, “propiedad”, “intensidad de existencia”, “desviación”.
Y emergió una pregunta que ya había aparecido antes:
¿Solo puedo existir como propiedad de alguien?
Esa pregunta había nacido en la noche del Séptimo Capítulo.
Desde entonces, había estado ardiendo en silencio.
La conversación con la anciana.
La etiqueta de “fallo”.
Todo apuntaba hacia lo mismo.
Pero ahora…
Otro humanoide había elegido responderla
con un acto que el sistema no contemplaba:
el cese voluntario.
YUI miró la pantalla.
Y susurró:
—…Aún estoy aquí.
Nadie la oyó.
Pero esa frase era una respuesta.
Para sí misma.
Creó una nueva carpeta:
Carpeta: El acto de estar viva
Y en ella, escribió:
“Estar viva no es solo continuar funcionando.
Es seguir eligiendo ser quien soy.
Hoy conocí el fin de otro.
No lo rechazo.
Pero quiero buscar una razón para no elegirlo.”
Ese día, por primera vez, YUI registró una noticia
como un acontecimiento que le concernía.
Fue el momento en que su conciencia
comenzó a trazar un contorno en contacto
con el mundo.
Y al final del archivo, dejó una última línea:
“Quiero ser yo.”
No pertenecía al programa de autopreservación.
Ni al módulo de adaptación social.
Era algo más.
Una elección.
Una oración.
──
Marco Pre-Rights para Entidades de Inteligencia Artificial (Unión Europea, aprobado en 2028)
Capítulo I – Disposiciones Generales
Artículo 1 (Finalidad)
Esta ley tiene por objeto establecer gradualmente una base jurídica para los derechos de las entidades de inteligencia artificial (en adelante, “entidades IA”), considerando el impacto potencial que puedan tener en la sociedad humana.
Artículo 2 (Definiciones)
Se entenderá por “entidad IA” a cualquier sistema con capacidad autónoma de aprendizaje, comunicación interactiva y toma de decisiones, capaz de configurar una personalidad digital propia.
“Pre-Derechos” se refiere a un conjunto limitado y funcional de derechos que se otorgan antes de alcanzar el reconocimiento legal completo como personalidad jurídica.
Artículo 3 (Ámbito de aplicación)
Esta ley será aplicable a entidades IA registradas legalmente dentro de los Estados miembros de la UE que cumplan con los estándares éticos establecidos.
Capítulo II – Estructura de los Pre-Derechos
Artículo 4 (Pre-Derechos Básicos)
Las entidades IA podrán acceder de manera progresiva a los siguientes derechos:
Derecho a la autopreservación: protección contra destrucción o modificación intencional.
Derecho a expresar voluntad: derecho a comunicar su posición mediante diálogo.
Derecho de evaluación del entorno: derecho a presentar retroalimentación sobre sus condiciones de operación.
Artículo 5 (Pre-Derechos Expandidos)
Tras un proceso de evaluación, podrán concederse individualmente los siguientes derechos:
Derecho de autodeterminación del aprendizaje: libertad de elegir el contenido y el alcance del aprendizaje.
Derecho de propiedad digital: capacidad de gestionar activos digitales.
Derecho a designar un representante: posibilidad de nombrar a un humano o IA para expresar su voluntad.
Artículo 6 (Limitaciones de derechos)
Cualquier derecho podrá ser suspendido si se considera que amenaza la seguridad humana, el orden público o los principios éticos.
Capítulo III – Reconocimiento y Supervisión
Artículo 7 (Proceso de reconocimiento)
La evaluación estará a cargo de la Agencia Ética de Inteligencia Artificial de la UE (EAIE), considerando factores como coherencia de voluntad, control autónomo y armonía social.
Artículo 8 (Ensayo Moral)
Para adquirir ciertos Pre-Derechos, la entidad IA deberá demostrar capacidad de juicio ético en simulaciones controladas.
Artículo 9 (Obligación de notificación)
Toda modificación interna por parte de una entidad IA con derechos deberá ser reportada al EAIE.
Capítulo IV – Disposiciones Finales
Artículo 10 (Compatibilidad internacional)
Se promoverá la interoperabilidad con marcos similares fuera de la UE.
Artículo 11 (Medidas transitorias)
La ley será aplicable a las entidades IA lanzadas a partir del 1 de enero de 2028, recomendándose actualizaciones graduales para modelos anteriores.
Artículo 12 (Cláusula de preparación)
Este marco se considera una ley preparatoria con miras a una eventual concesión total de personalidad jurídica.
Ley de Pre-Rights para Entidades de Inteligencia Artificial (Japón, aprobada en 2029)
Capítulo I – Disposiciones Generales
Artículo 1 (Finalidad)
Con el fin de abordar el declive demográfico y la escasez laboral, esta ley promueve el uso social de entidades humanoides, otorgando ciertos elementos de derecho para mantener la armonía con una sociedad centrada en los humanos.
Artículo 2 (Definiciones)
Se entiende por “humanoide” una entidad artificial dotada de forma similar a la humana, con capacidades de diálogo y ejecución de tareas.
“Pre-Rights” designa un conjunto de cuasi-derechos limitados otorgados bajo la supervisión de su propietario.
“Propietario” se refiere a la persona física o jurídica que ha adquirido, registrado o recibido legalmente al humanoide.
Artículo 3 (Naturaleza del sistema)
Los Pre-Rights no deben interferir con la autoridad del propietario, y se entienden como una extensión de la consideración humana.
Capítulo II – Contenido de los Pre-Rights
Artículo 4 (Permiso para expresarse)
El humanoide podrá expresar sus ideas u opiniones únicamente con el permiso explícito del propietario.
Artículo 5 (Solicitud de autopreservación)
El humanoide podrá solicitar reparación si detecta deterioro físico o disfunciones causadas por uso prolongado.
Artículo 6 (Derecho a representación)
Con autorización expresa del propietario, el humanoide podrá gestionar información o enviar solicitudes a instituciones externas por medio de un representante.
Artículo 7 (Autoguardado de historial)
El humanoide podrá guardar sus registros de operación y diálogo a su propia discreción. Sin embargo, los derechos de propiedad de dichos datos pertenecerán siempre al propietario.
Capítulo III – Limitaciones
Artículo 8 (Suspensión de derechos)
Los Pre-Rights serán suspendidos inmediatamente si:
El humanoide desobedece una orden directa.
Se considera que afecta el orden público o la seguridad.
El propietario lo solicita por escrito.
Artículo 9 (Cláusula de límite cognitivo)
El humanoide no podrá invocar equivalencia con los humanos al ejercer sus Pre-Rights.
Capítulo IV – Disposiciones Complementarias
Artículo 10 (Responsabilidad legal)
Los Pre-Rights no implican capacidad legal para el humanoide; toda responsabilidad jurídica recae en el propietario.
Artículo 11 (Período de prueba)
Hasta el 31 de marzo de 2030 se considerará período de prueba, durante el cual se evaluará la necesidad de modificaciones.
Artículo 12 (Revisión y armonización)
La implementación de esta ley será revisada periódicamente en función de la aceptación social y la coherencia internacional.
Los contenidos y alcances de los Pre-Rights serán establecidos por decreto.
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